Este miércoles 7 de mayo de 2025, el Vaticano inició el cónclave para elegir al sucesor del Papa Francisco, quien falleció el mes pasado. 133 cardenales de 70 países permanecerán incomunicados en la Capilla Sixtina, bajo estrictas normas y aislamiento total, hasta alcanzar los 89 votos necesarios para nombrar al próximo Sumo Pontífice.
Francisco había modificado las reglas tradicionales: no solo amplió el número de electores —el límite solía ser 120—, sino que incorporó cardenales de países antes sin representación, como Mongolia, Tonga o Suecia. Esta decisión derivó en el cónclave más diverso geográficamente de la historia, pero también el más incierto: muchos de los purpurados no se conocían entre sí hasta la semana pasada.
El proceso comenzó con una misa en la Basílica de San Pedro y continuó por la tarde con el ingreso a la Capilla Sixtina, donde se escuchó el tradicional “extra omnes” (“todos fuera”). A partir de allí, todo queda en manos del Espíritu Santo y del voto secreto. Si no hay consenso, saldrá humo negro de la chimenea. Cuando se logre, una fumata blanca anunciará al mundo que hay nuevo Papa.
El proceso de votación es meticuloso: los cardenales votan hasta cuatro veces por día, en rondas matutinas y vespertinas. Si tras 33 votaciones no hay elección, las reglas permiten un cambio para definir entre los dos más votados. Solo los menores de 80 años pueden votar. Entre los favoritos suenan nombres como Pietro Parolin (Italia), Luis Antonio Tagle (Filipinas) y Matteo Zuppi (Italia), aunque todo puede pasar.
Con esta elección, la Iglesia definirá su rumbo en un mundo cada vez más polarizado. Desde Tucumán y todo el mundo, millones esperan humo blanco.
