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lunes, octubre 7, 2024
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Tres de cada 10 niños tucumanos en edad escolar son obesos

La obesidad infantil tiene rasgos de pandemia y Tucumán no es la excepción. Según varios especialistas, los casos van en aumento año a año. “Si tenés 10 pacientes esperando para ser atendidos, tres de ellos, indiferente al diagnóstico por el que acudieron, padecen de sobrepeso u obesidad”, afirmó Víctor Gallo,jefe del Servicio de Nutrición del Hospital del Niño Jesús.

Carolina Courel, licenciada en Nutrición, que hizo un pequeño estudio en el área de Yerba Buena, afirma que los casos no han disminuido. “Lo más preocupante es qué los papás no conciben la obesidad como una enfermedad que pone en riesgo la salud de sus hijos. Muchos escuchan el diagnóstico, empiezan el tratamiento pero a las semanas lo abandonan”, recalca.

Resulta todavía más preocupante lo que afirma el médico nutricionista Francisco D’ Onofrio, referente del programa provincial de obesidad. “En Tucumán, la obesidad infantil se trata, no se previene. Es necesario tomar medidas integradoras”, sostiene.

Gallo, también vicepresidente de la Sociedad de Obesidad de Tucumán, explicó que no hay datos provinciales sobre la obesidad infantil. “Pero los nacionales se asemejan mucho a nuestra situación. Según las cifras de 2017, entre los chicos de cinco a 14 años, un 30% sufre de sobrepeso y de obesidad; desde los dos años hasta los cinco el valor se reduce al 20%”, detalló el especialista.

La licenciada Courel comentó el trabajo realizado en el centro de salud Ramón Carrillo, de Yerba Buena, basado en los datos de talla y peso de los niños que acudieron a solicitar la ficha médica para la escuela el año pasado. “La población con la que trabajamos fue de 867 chicos de tres a 18 años. El 55% tenía un peso adecuado; el 15,68% sufría de sobrepeso y el 19,83%, de obesidad”, informó. El resto se distribuye en otras situaciones, como bajo peso y riesgo nutricional.

Tiempo y paciencia

Courel aclaró que no es un análisis profundo pero que los estudios realizados junto con su equipo de trabajo permiten comparar los resultados actuales con los de hace tres o cuatro años atrás; y los valores van en ascenso.

“Es necesario -advirtió la nutricionista- que se dedique tiempo y paciencia a la formación de hábitos saludables. De esta forma se podrá reducir la posibilidad de que los niños desarrollen, a corta edad, enfermedades de adultos, como lesiones articulares, estrés, baja autoestima, afecciones respiratorias y colesterol alto, entre otras”, añadió.

“Hay que promover el consumo de frutas y verduras, educar a los chicos en la casa y en la escuela para que tomen decisiones saludables. Además los espacios públicos deberían ser seguros para que los chicos dejen por unas horas las pantallas y salgan a moverse y a jugar en las plazas o en las veredas, porque una hora a la semana de educación física en el colegio no es suficiente”, enumeró D’ Onofrio.

Luis Eduardo Bossi, médico pediatra especialista en nutrición, describió que actualmente los roles en el hogar han cambiado. Ejemplificó: “papá y mamá salen a trabajar y están muchas horas al día afuera. Vuelven la mayoría de las veces tarde y la solución mágica para los almuerzos, y fundamentalmente las cenas, es el delivery”. Por este motivo, exhorta a sus pacientes a adaptarse a los cambios sociales y culturales. “La alimentación no tiene que perderse de vista y es indispensable que se trabaje entre todos”, aseguró.

En todos lados

Bossi hace hincapié en que los cambios deben darse en todos los ámbitos a los que concurren los chicos y en ese sentido destaca que el Estado debería hacer cumplir la ley que establece los quioscos saludables en las escuelas, para que estas sean espacios 100% sanos. “No sirve que en el colegio no vendan papas fritas y afuera a media cuadra sí. Hay que tomar conciencia de que la obesidad se ha convertido en una pandemia a la que hay que combatir”, resumió.

A temprana edad

Gallo, por su parte, destacó: “La creencia popular de que ‘un chico gordito es sano’ es una equivocación que nos puede costar generaciones de niños y adultos enfermos”. Agregó que prevenir no es enseñar a comer a un niño de seis años. “Esto debe suceder hasta los cuatro años. Después de esa edad el menor ya tiene su conducta formada, su temperamento y su carácter.

“La prevención empieza en la panza de la mamá, que durante el embarazo debe alimentarse bien, y luego del nacimiento esos hábitos deben acompañar al niño a lo largo de su vida. No hay que dejar de practicarlo nunca”, enfatizó. Courel coincide. “La disminución de la tasa de lactancia materna colabora directamente en la propagación de la patología. Los niños alimentados con fórmula no manejan los niveles de saciedad. Las mamás preparan las mamaderas y el bebé toma toda la preparación. No realiza el ejercicio de tomar hasta dónde él quiere”, subrayó.

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