Tras la muerte del papa Francisco, ocurrida este lunes en Roma, el Vaticano se prepara para uno de los procesos más emblemáticos y simbólicos de la Iglesia Católica: el cónclave, la reunión secreta en la que los cardenales eligen al nuevo Sumo Pontífice. Esta elección no solo define el futuro espiritual del catolicismo, sino también su proyección geopolítica y social.
El proceso comienza con la declaración oficial del período de Sede Vacante. El camarlengo, un alto funcionario vaticano, certifica la muerte del Papa, sella su habitación y destruye el Anillo del Pescador, símbolo del poder papal. Luego se celebran los funerales conocidos como Novendiales, que duran nueve días.
Los cardenales menores de 80 años son convocados al Vaticano y, tras una misa especial, ingresan a la Capilla Sixtina, donde permanecen aislados bajo llave hasta que haya nuevo Papa. Allí realizan votaciones secretas hasta que un candidato consiga dos tercios de los votos.
La señal al mundo llega a través de la famosa fumata: negra si no hay acuerdo, blanca si se ha elegido Papa. Una vez aceptada la elección, el nuevo pontífice elige su nombre y es presentado ante los fieles desde el balcón de la basílica de San Pedro con el tradicional “Habemus Papam”.