El ataque a la iglesia de la Sagrada Familia en Gaza, ocurrido este jueves por la mañana, dejó al menos cuatro muertos y siete heridos, entre ellos el sacerdote argentino Gabriel Romanelli. La explosión impactó directamente en el complejo donde se resguardaban más de 500 cristianos desplazados por el conflicto. La tragedia pudo ser mucho peor, pero el párroco había dado una orden clave días antes: pidió a los refugiados que permanecieran en sus habitaciones ante la presencia de tanques israelíes cerca del templo.
Según la organización Cáritas Jerusalén, Romanelli había advertido que la situación era crítica. “Si el padre Gabriel no nos hubiera pedido que nos quedáramos en casa, hoy se habría producido una masacre, con al menos 50 o 60 muertos”, declaró un trabajador humanitario. El sacerdote resultó herido en una pierna, pero está fuera de peligro.
El bombardeo se produjo alrededor de las 10:10, según informaron fuentes locales. La explosión destruyó parte del techo, y los escombros cayeron sobre el patio, hiriendo a tres jóvenes y dos mujeres mayores que estaban afuera del edificio principal. Todos fueron trasladados de urgencia al hospital Al-Ahli.
Este no es el primer ataque contra la iglesia católica. En diciembre de 2023, un francotirador israelí había matado allí a una madre y su hija. Sin embargo, este fue el primer bombardeo directo a la única iglesia católica de Gaza, convertida en refugio desde el inicio del conflicto. El Ejército israelí lamentó lo ocurrido y dijo que “se están analizando las circunstancias”.
Desde el Vaticano, el papa León XIV expresó su tristeza y renovó el pedido de cese al fuego inmediato. El gobierno italiano también repudió el ataque: la primera ministra Giorgia Meloni lo calificó como “inaceptable” y cuestionó las operaciones contra civiles.