‘Estado ausente’, ‘ruptura del contrato social’, ‘que se vayan todos’ resultan duras manifestaciones ante la ausencia de un valor social irremplazable: la Política.
No va a haber Estado presente, justicia, garantías de derechos ni bienestar comunitario si quienes gobiernan desprecian la vida. Y no la vida en términos de pañuelos de colores sino en términos de libertad, dignidad, felicidad y realización colectiva. La política es potenciar y proteger la vida en esas vastas categorías, ese es su fin supremo.

Nuestro Gobernador y el régimen que domina Tucumán hace décadas desprecian la vida porque aprecian demasiado el poder y el dinero para sí mismos. No quedan dudas cuando, entre sus peores vicios, los sabemos vinculados al narcotráfico que va dejando tras de sí mentes quemadas y cuerpos tomados en amplios sectores donde no hay oportunidades hace mucho. No hay educación, no hay salud, no hay trabajo y en consecuencia tampoco futuro. En otras palabras: no hay políticas públicas porque no hay política.

En su lugar aparecen el enojo, la indignación, la protesta como partes de una lucha muy necesaria, indispensable, pero insuficiente para salir del abismo social que estamos bordeando. Resulta igualmente necesario comprender que, de un modo u otro, por acción u omisión, nos hemos apartado de los roles que la convivencia en comunidad nos exige. No estamos apreciando suficientemente la vida, las infancias, los abuelos, el vecino de al lado, el de Pampa Pozo y al que piensa distinto. Es urgente volver sobre estos roles y desde ahí involucrarnos, aportar y construir con el otro.

Lo que venga luego de este régimen nefasto en la provincia va a depender de qué tanto nos apropiemos y resignifiquemos colectivamente estas tragedias sin dejarlas caer en el olvido. Parece utopía en estos tiempos pero la política es, justamente, “el arte de lo imposible”.
Por José Hernán Paredes
joseparedes02@hotmail.com