Se generó polémica por el Paseo del General San Martín en Sídney

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En Australia, a veinticinco kilómetros al norte de la ciudad de Sídney, existe el Parque Nacional Ku-Ring-Gai Chase. Es una zona de bosques y con actividad aeróbica y de esparcimiento. Una de sus lagunas es bordeada por una avenida cuyo nombre provocó, en 1950, una gran controversia hace setenta años. La polémica se instaló en los medios de comunicación y alentó actos de vandalismo. Los australianos no querían que dejara el coqueto sendero dejara de llamarse Coal and Candle Greek Road y se convirtiera en General San Martín Drive.

La nueva denominación había sido una iniciativa del gobierno argentino que convenció a las autoridades locales, bajo el argumento de que en Buenos Aires, muchos años antes de la fecha, se le había dado el nombre de Australia a una calle del barrio de Barracas. Tratándose del centenario del fallecimiento del Libertador, se esperaba que el mundo entero le rindiera homenajes a través de las nomenclaturas o mediante monumentos. Pero el deseo argentino no tuvo eco en los habitantes de Sídney. Ellos consideraban que Coal and Candle Greek Road era un nombre más que apropiado.

Entre las autoridades del país oceánico, el principal impulsor fue el fiscal general Clarence Edward Martin. Había aceptado realizar el homenaje y dispuesto que se pintaran las señales con el nombre del Libertador, más un acto de homenaje que se llevaría adelante el 19 de agosto, es decir, dos días después de la fecha exacta del centenario de la muerte.

Imagen del Paseo Libertador General San Martín, a través de la captura de pantalla de Google Street. El Parque Nacional se encuentra a 20 minutos de Sídney.
Imagen del Paseo Libertador General San Martín, a través de la captura de pantalla de Google Street. El Parque Nacional se encuentra a 20 minutos de Sídney. Fuente: Archivo

Entre el grupo de los que se oponían se alegaba que era “peor que ridículo” llamar a esa zona con el nombre de una persona extranjera que había muerto hacía cien años. Toda esta reacción inesperada de los vecinos, y de instituciones de historia y genealogía del país, obligaron a que el flamante cónsul argentino Rafael Fernández Yayle (39 años, llevaba tres meses en ese nuevo destino; había sido encargado de negocios en China) se viera obligado a emitir un comunicado para manifestar que muchas naciones democráticas se habían habían asociado al centenario de San Martín con estatuas, calles y parques. Y aseguraba que nunca la nación que él representaba jamás olvidaría el gesto del pueblo de Australia al evocar al máximo héroe de los argentinos. Finalizaba diciendo: “Lamento que en estos primeros momentos la nobleza y el alto propósito de esta acción no haya sido comprendida, a la vez que se considere como un acto de carácter político, cuando en realidad se trata de honrar la memoria de un gran hombre que murió hace cien años y que nunca fue político”.

Mientras tanto, uno de los líderes del grupo opositor expresaba: “No encuentro motivos por los cuales un hermoso espacio de nuestra nativa Australia deba llevar el nombre de un personaje extranjero que murió hace cien años. Si hubiera alguna razón por la cual la calle debiera cambiar de nombre, seguramente debería ser dedicada a alguna personalidad distinguida de Australia o del Imperio Británico”.

Las reacciones prosiguieron

Pero, de todas maneras, la convocatoria al acto seguía en pie. ¿A qué se debía la tenaz oposición? Según veremos, el asunto iba más allá de evocar a un ser lejano en la distancia y el tiempo.

Una columna de opinión publicada en el principal matutino, The Sydney Morning Herald, ofrece respuestas. Bajo el título: “No hay motivos para honrar a la Argentina”, expresaba que el nombre de una calle debería reflejar algo más que una cortesía entre un país y otro. Según el texto, lo primero que deberían consideran los australianos era sentirse convencidos de que existía una causa especial para honrar a la Argentina. Y continuaba: “No se discute la importancia de San Martín en la historia de Sudamérica y hasta podemos decir que es muy correcto de parte del pueblo argentino rendirle un merecido homenaje a cien años de su muerte. Sin embargo consideramos que E. C. Martin debería haber examinado la reputación de la actual Argentina en cuanto a sus libertades y no sólo la reputación de su gran jefe histórico”.

El columnista apuntó hacia algunos aspectos de la actualidad argentina. Explicó que el general Perón, presidente de la Nación, contaba con una “policía de estado” que actuaba como “una especie de Gestapo”, y que, además, ejercía el control de la prensa. Esta mención a la compleja relación de Perón con los medios de comunicación se había puesto de manifiesto a comienzos del año 1950, cuando diarios de todo el mundo informaron que el presidente argentino había mandado cerrar a cuarenta y seis medios periodísticos, sancionados por no haber colocado en la fecha de las publicaciones, luego del año 1950 o en su reemplazo: “Año del Libertador General San Martín”. Este episodio también había sido noticia en Australia.

Luego, el articulista avanzaba en un tema más complejo. La posición argentina en la Segunda Guerra Mundial. La columna editorial sostenía que Australia no pretendía entrometerse en las acciones del gobierno argentino ni las decisiones de su pueblo. Fue en estos términos:

“Ellos podrán considerarlo un asunto de incumbencia local. Pero los que observamos sus conductas desde afuera no podemos olvidar las buenas relaciones que la Argentina ha mantenido con las dictaduras de Alemania, Italia y España. No olvidemos que recién en 1944, Estados Unidos logró instar a la Argentina para que rompiera con el Eje (es decir, Alemania y sus aliados). Cuando por fin lo hicieron, las autoridades de la Argentina debieron disolver una organización nazi de sesenta mil miembros, pero casi todos ellos mantuvieron sus simpatías políticas intactas. Recién en 1945, declararon la guerra Alemania y Japón”.

El periódico aclaró que a favor de la Argentina, podría citarse que se opusieron al régimen comunista ruso y tuvieron también una actitud democrática frente a la situación en Corea del Norte. Sin embargo, para los australianos, todo eso era poco si la Argentina se mantenía en el totalitarismo. “Cuando muestren actitudes liberales hacia dentro y hacia afuera, tal vez estemos dispuestos a sacarnos los sombreros por la memoria de San Martín”.

Uno de los carteles que fueron quitados en la víspera del acto que tuvo lugar para celebrar la nueva denominación del paseo.
Uno de los carteles que fueron quitados en la víspera del acto que tuvo lugar para celebrar la nueva denominación del paseo.Fuente: Archivo

El cónsul argentino recibió en su despacho a uno de los principales periodistas de Sídney, quien concurrió a entrevistarlo para tomar nota de sus argumentos en favor del cambio de nomenclatura. Pero la nota avanzó por otros carriles. Al cronista le llamó la atención un gran cuadro del General San Martín en la antesala de la oficina del cónsul. En cambio, en el despacho del funcionario había un cuadro de Perón, más un retrato y otro similar de la primera dama, Eva Duarte, en el escritorio principal.

Fernández Yayle sirvió whisky escocés para los dos y le ofreció un cigarrillo a su interlocutor. Una vez preparado el ambiente, ofreció sus argumentaciones. No dijo nada nuevo de lo que ya se sabía y ese pudo haber sido el motivo por el cual el periodista no escribió la nota que había ido a buscar, sino más bien una descripción de cómo era el representante argentino y su despacho. Sí le llamó la atención que en un momento el cónsul expresara que el nombre General San Martín iba a sonar mucho mejor hasta “psicológicamente” para un paseo de esas características mientras que el anterior, Coal and Candle Greek Road, sonaba confuso. Además, le expresó que la figura del Libertador estaba por encima de Perón, de la Argentina e inclusive de Sudamericana, porque el gran jefe era sobre todo un paladín de la libertad.

Los nombres alternativos

Surgieron propuestas de nombres para reemplazar al del Libertador. Entre ellos mencionamos Tobruk Drive (tropas australianas habían soportado en la reciente guerra un largo asedio en la ciudad de Tobruk, Libia, de la cual salieron victoriosas). O Churchill Avenue, para evocar al Primer Ministro Inglés durante la contienda. Pero las autoridades no dieron el brazo a torcer.

El día 19 de agosto se realizó el acto con la presencia de unas cien personas, entre ellos varios diplomáticos sudamericanos y por supuesto el cónsul argentino Fernández Yayle y su mujer, quien se mostró indignada por las opiniones que consideraban a los argentinos fascistas y dictadores. Cuando durante el refrigerio los periodistas consultaron al anfitrión argentino sobre la calle Australia en Buenos Aires, él les dijo que era una transversal que corría entre la vía y una avenida principal. Esto tampoco cayó bien en la comunidad que le estaba dando a San Martín un espacio privilegiado alrededor de un paseo mientras que el nombre de Australia no había sido llevado a un sitio similar.

En la mañana previa al acto se habían registrado actos de vandalismo. Tres carteles con el nombre del General San Martín habían sido quitados por manos anónimas y sólo uno pudo rescatarse.

Las notas periodísticas y los reclamos hicieron que algunos jóvenes interpretaran que debían hacer justicia por su cuenta y fue así cómo, por ejemplo, en la noche del 19 de agosto, luego del acto, el estudiante de cuarto año de medicina Peter Moodie, de 21 años, fue descubierto por un policía cuando andaba en su moto y cargaba sobre la cabeza uno de los carteles de San Martín. Le preguntaron por qué lo llevaba y respondió que había leído las noticias y no estaba de acuerdo con el cambio de nombre. Finalmente, fue multado en veinte libras, pero no se lo acusó de robo, sino de dañar los carteles públicos.

Continuaron las pesquisas y descubrieron a otros dos jóvenes de los que habían quitado carteles. Frank Richardson, de 23 años, y Anthony Francis O’Rurke, de 21. Ambos fueron declarados culpables y tuvieron que pagar una multa de diez libras, más la obligación de tener buena conducta por doce meses. Es decir, que no podían ser partícipes de peleas, tumultos o embriagarse en público. En resumen, un año de muy buena conducta para que la pena no se agravara.

La Marina de Akuna Bay, una de las exclusivas de las afueras de Sídney, es rodeada por el paseo de la controversia.
La Marina de Akuna Bay, una de las exclusivas de las afueras de Sídney, es rodeada por el paseo de la controversia. Crédito: www.nationalparks.nsw.gov.au

Por último, hubo también una señal que fue dañada en la noche del 20 de agosto. El que cometió el delito, John Thompson Gunther, dijo que había sido instigado por David McNicoll, un periodista reconocido. Los dos tuvieron que pagar multas y costas por el acto de vandalismo. En este caso, se trataba de vecinos respetables de la comunidad y su acción no fue considerada un acto de rebeldía juvenil. De todos modos, pagaron la multa que correspondía y también fueron obligados a costear el cartel que iba a reemplazar el que Thompson había dañado.

Más allá de esos tironeos durante aquella agitada semana de agosto, el paseo mantuvo su nueva denominación. Con el tiempo se le sumó la palabra “Libertador”. El paseo Libertador General San Martín en el Parque Nacional Ku-Ring-Gai Chase, en las afueras de Sídney, ya cumplió sus primeros setenta años.

Por: Daniel Balmaceda

Fuente La Nación