Martín Miguel de Güemes por el General José María Paz

José María Paz, capitán del Ejército del Norte, conoció personalmente a Güemes entre 1814 y 1821 cuando compartieron el mismo teatro de operaciones.

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A 201 AÑOS DE SU MUERTE

No ha llegado a nosotros ningún retrato de Güemes. La imagen que publicamos ilustró el libro editado en su homenaje en 1885, por el historiador Ángel J. Carranza. Se cree que este retrato es copia del realizado por el francés Ernest Charton en 1876 (hoy extraviado), en Salta, basado en la apariencia de familiares del prócer y un retrato de su hijo Martín. De la combinación de estos semblantes surgió esta imagen, luego popularizada por Carranza.

El prócer luce una casaca de húsar (dolman), con vistosos alamares horizontales; que lo caracterizan en todos los retratos posteriores. Este uniforme coincide con el donado por la familia de Güemes al Museo Histórico Nacional en 1927.

Esta casaca de húsar (dolman) se ve en todos los retratos de Martín Miguel de Güemes.

El General José María Paz, entonces capitán del Ejército del Norte, conoció personalmente a Güemes; pues entre 1814 y 1821 ambos compartieron el mismo teatro de operaciones.

Recuerda que “Por este tiempo apareció un caudillo que después fue célebre en la guerra civil y en la gloriosa resistencia que hizo a los españoles la provincia de Salta. Hablo de don Martín Miguel de Güemes, simple comandante de milicias, colocado en la frontera por el general San Martín”.

Cuenta que el caudillo salteño “poseía esa elocuencia peculiar que arrastra a las masas de nuestro país, y que puede llamarse la elocuencia de los fogones o vivaques, porque allí establecen su tribuna”.

El carisma natural de Güemes no residía en dar discursos a la multitud. Su atractivo yacía en compartir charlas de fogones y de “juntadas” con sus paisanos. Explica Paz que el prócer “principió por identificarse con los gauchos, adoptando su traje en la forma, pero no en la materia, porque era lujoso en su vestido, usando guardamontes y afectando las maneras de aquellas gentes poco civilizadas”. Es decir, pese a lucir su llamativo dolman con alamares, se mimetizaba con el paisanaje por sus formas de hablar, de actuar y de conducirse; aunque siempre luciendo su rango de oficial superior.

En cuanto al guardamontes que usaba, Paz explica: “es un cuero de buey, dividido en dos partes y recortado convenientemente, de modo que cae á ambos lados del caballo. Colocado en la parte delantera de la montura, cubre las piernas y una parte del cuerpo del jinete, preservándolo de las picaduras de las espinas, cuando corre por aquellos bosques casi vírgenes”.

Con respecto a la indumentaria de Güemes, Paz dirá que “siendo ya Gobernador de Salta, hasta cuando paseaba en la ciudad, solía poner guardamontes, por ostentación. Llegó á tenerlos de mucho lujo, de tela fina y costoso bordado. Su vestido era, por lo común, de chaqueta, pero siempre con adornos sobrecargados, ya de pieles, ya de bordados y cordones de oro y plata. Sus uniformes eran de fantasía y tan variados, que de su reunión hubiera resultado una colección curiosísima”.

¿Cómo afianzaba Güemes su poder sobre el gauchaje? Explica Paz que hizo lo mismo que otros caudillos en la historia: “indisponer a la plebe con la clase más elevada de la sociedad. Cuando proclamaba, solía hacer retirar a toda persona de educación y aún a sus ayudantes, porque sin duda se avergonzaba de que presenciasen la impudencia con que excitaba a aquellas pobres gentes, a la rebelión contra la otra clase de la sociedad”. A fin de forjar su poder en las clases más bajas de la sociedad, fomentaba el resentimiento hacia la clase pudiente.

Otro aspecto curioso de Güemes, que resalta Paz, es su voz: “este caudillo, este demagogo, este tribuno, este orador, carecía hasta cierto punto, del órgano material de la voz, pues era tan gangoso, por faltarle la campanilla, que quien no estaba acostumbrado a su trato, sufría una sensación penosa al verlo esforzarse para hacerse entender; sin embargo, este orador, vuelvo a decir, tenía para los gauchos tal unción en sus palabras, y una elocuencia tan persuasiva, que hubieran ido en derechura a hacerse matar para probarle su convencimiento y su adhesión”.

En su vida social, remarca Paz que “era además Güemes, relajado en sus costumbres, poco sobrio, y hasta carecía de valor personal, pues nunca se presentaba en el peligro. No obstante, era adorado de los gauchos, que no veían en su ídolo, sinó al representante de la ínfima clase, al protector y padre de los pobres, como lo llamaban, y también, porque es preciso decirlo, al patriota sincero y decidido por la independencia: porque Güemes lo era en alto grado”. La legendaria frivolidad y el público desenfreno del caudillo salteño son censuradas por el austero cordobés; quien no duda en reconocer su apego y fidelidad a la causa de la Independencia.

Con respecto a ese punto, revela Paz que Güemes “despreció las seductoras ofertas de los generales realistas, hizo una guerra porfiada, y al fin tuvo la gloria de morir por la causa de su elección, que era la de la América entera”.

A fines de 1815, enemistado con la jefatura del Ejército del Norte, Güemes abandonó con sus gauchos la Tercera Campaña al Alto Perú. De paso por Jujuy, se apoderó del arsenal del Ejército y se dirigió a Salta, donde se hizo elegir gobernador.

Indignado, Paz le reprocha: “Si la captura del armamento era una usurpación violenta, su elección popular para Gobernador era una violación de las reglas establecidas; pues, hasta entonces la nominación de los gobernadores de provincias había emanado de la primera autoridad nacional, residente en Buenos Aires”.

Con respecto a la guerra contra los realistas, reconoce Paz: “los valientes salteños, y los gauchos acaudillados por Güemes, les abandonaron las poblaciones y les opusieron en la campaña una resistencia heroica. No tenían los invasores más terreno que el que materialmente pisaban. En un combate regular era indisputable la superioridad de la caballería española; pero después de agotar sus fuerzas ensayando cargas sobre unas líneas débiles, que se les escapaban como unas sombras fugitivas, concluían por haber sufrido pérdidas considerables, en esas interminables guerrillas, sin haber obtenido ventaja alguna”.

* Juan Pablo Bustos Thames. Abogado, Ingeniero, Profesor Universitario, Director de la Cámara de Comercio Exterior de Tucumán, estudioso e investigador de la historia, escritor, realizador y conductor televisivo y de documentales. Miembro de la Fundación Federalismo y Libertad y la Fundación Universitaria del Río de la Plata (FURP). Facebook: https://www.facebook.com/juan.p.thames/ Instagram: jpbthames / Linkedin: Juan Pablo Bustos Thames.

fuente: Perfil