Primera Parte
Mariano Alberto Martinez para el mundo tanguero es más conocido como Mariano Mores o bien como Marianito Mores como se hizo llamar en sus primeros años artísticos , con el permiso de los lectores a esta historia la vamos a contar en dos partes, por tener una trayectoria tan larga y rica. Es difícil resumir los 98 años de su vida de este magnífico artista y comenzamos diciendo que nació en el barrio San Telmo un 18 de Febrero de 1918, se aproximó por primera vez a un piano cuando solo tenía siete años, en Tres Arroyos.
En el almacén del barrio donde se proveían descubrió a una profesora de piano, hermana del dueño, y sin que sus padres se enteraran, se sumó a la corte de sus discípulos, con tan solo diez años, le propuso recibir clases a cambio de pagar más caros los alimentos que su madre le mandaba a comprar. Ella aceptó, nunca le cobró y en tres años Marianito aprendió solfeo, teoría y armonía a la perfección. Fue tanto el entusiasmo que cuando tenía esa edad, se llevó bajo el brazo el diploma de solfeo, teoría y armonía.
También estudió en el conservatorio D’Andrea en Lanús Oeste. Hizo el Profesorado de Música clásica en sólo tres años, después su padre desandó el camino y en 1933 tuvo que regresar a España por razones profesionales. Allí consiguió una beca para Mariano, que se perfeccionó en Salamanca.
De visita en Barcelona, los dos caminaban por la rambla cuando desde una vitrola (era el famoso aparato de reproducción del sonido con una caja especial de resonancia en forma de mueble ornamental y contenía un plato para poner el disco de pasta y con un brazo que en su extremo tenía una púa, un altavoz y la clásica manija para darle cuerda y así se podía escuchar música) brotó Melodía de arrabal, dato a tener en cuenta, hoy en día el precio de una vitrola funcionando es de doscientos mil pesos.
El chico nunca iba a olvidar que a su padre se le llenaron los ojos de lágrimas, acaso porque intuía que ya nunca iba a volver. Poco después moría, y como primogénito, a Mariano se le segó la precocidad: quedó a cargo de su madre y siete hermanos, debía contribuir a la economía familiar.
Trabajó como pianista en el Café Vicente, ubicado en Corrientes al 900, frente al Café Germinal, cuna del tango porteño, fue acompañante en el conjunto criollo La Cuyanita y por un tiempo fue pianista de Roberto Firpo.
No mucho después, Luis Rubinstein (poeta arrabalero) puso sus ojos en él y lo conchabó en su academia como maestro de interpretación, con un sueldo suculento para la época: 210 pesos mensuales. Rubinstein, uno de los letristas más prestigiosos de entonces, iba a ponerle versos a su primera composición, Gitana, cuyo registro, grabado por Alberto Gómez, lo decía en la etiqueta, como autor de la música, a Mariano Martínez.
Una tarde llegaron a la academia, custodiadas por su madre, en un automóvil con chofer, las hermanas Mirna y Margot Mores. Mariano se prendió de la primera, que no le pasaba ni cinco de bola; quién sabe por qué la que se alborotaba por él era la otra rubia.

Su táctica de aproximación directa fue sugerirle a la madre clases particulares. Fue una victoria a lo Pirro; Rubinstein, convencido que le birlaba los alumnos, lo echó. Entonces, Mariano sacó otro conejo de la galera como seductor; y fabricó el Trío Mores (Mariano, Mirna, que cantaba, y Margot), que pronto debutaron en radio.
Y es así como conoció a las hermanas Guillermina “Myrna” y Margot Morales, sus nombres reales. Como se estilaba en esos años, las hermanas eligieron un apellido artístico que sonara similar al real, pero fuera más sencillo: y adoptaron Mores, Mariano siguió sus pasos.
Mirna y su hermana Margot conformaban un dúo al que sumaron a Mariano. El público los llamó “Los Mores” o “El trío Mores”. En ese entonces, él era conocido como Marianito Martínez, el pianista de las hermanas Mores. Ese trío le brindó la posibilidad de poner a prueba sus primeras composiciones.
Así, ellas cantantes y él pianista, comenzaron a llamar la atención en el ambiente musical de finales de la década del treinta como el Trío Mores. El perfil actoral de Myrna (filmó dos películas, Mandinga en la sierra, Frente a la vida) y la proyección musical de Mariano hicieron que el trío se terminara en 1941; pero no el amor. Y “Cuartito azul“ tuvo mucho que ver con eso.
“Mi romance con el tango comenzó cuando tenía 14 años; viajaba en un tranvía que iba por la avenida Corrientes desde el bajo hasta Chacarita. Un día vi un cartel solicitando un pianista que tocara música internacional, que leyera a primera vista y que supiera transportar.
Bajé, el patrón me tomó una prueba y me aceptó a tres pesos con cincuenta por día, fue en 1936. Aún estaba fresco el recuerdo de la muerte de Carlos Gardel, yo casi no sabía quién era. Una vez mi padre escuchó un disco en un negocio y me dijo quién era. Las historias sobre Gardel me emocionaban y me propuse conocer lo que había hecho, sobre todo los tangos que firmó junto a Alfredo Le Pera. Esa fue realmente mi iniciación”, contaba Mores al recordar sus inicios.
Pero antes había pasado otras cosas. Su primer éxito arrasador como compositor, en 1940, con Cuartito azul, un aguafuerte magistral de las penurias de su propia adolescencia que Ignacio Corsini grabó casi de inmediato. La demolición de las defensas de Mirna, con quien iba a casarse y después de su casamiento Myrna dejó de cantar profesionalmente para dedicarse a su hogar e hijos, este matrimonio lo compartieron durante más de 60 años. El destino que él mismo había diseñado se cumplía sin desvíos. Quiso estar cerca de Myrna. Se casaron en 1943 y estuvieron juntos hasta la partida de la cantante, en 2014.
Mirna fue su inspiración para componer Cuartito Azul, uno de los tangos más emblemáticos de Mores y el que le abrió las puertas para integrarse a una de las orquestas más reconocidas del pais: la de Francisco Canaro pero ella siempre acompañó a su marido a las giras mundiales junto a su gran orquesta.
“Para estar cerca de Mirna alquilé un cuartito en Villa del Parque, en la calle Terrada al 2400. Lo pintaba con cal coloreada con el azul para lavar la ropa, un blanqueador que se usaba en la época, no había camisa blanca que no era lavada de esa forma. Así nació el título: “Cuartito azul”. Fue un éxito por la música y por la letra de Mario Battistella”.
Mariano conoció a Enrique Santos Discépolo, una noche en que Carlos Di Sarli no se animó a acompañar a Tania y él sí. La madrugada se hizo de día en la casa de Discépolo. Mariano le tocó un tema suyo, y así nació Uno, corría 1943.

En esa década, Mores compuso entre tantos temas “En esta tarde gris”, “Cada vez que me recuerdes”, “Cristal”, “Déjame”, “Adiós Pampa mía” (que le estrenó a Troilo en La Cartuja), “Sin Palabras”, “Patio de La Morocha”, como se puede observar todos éxitos “Cafetín de Buenos Aires”, “Tanguera”, “Taquito militar”, “Grisel”.
Sus poetas de cabacera fueron Discépolo, Cátulo Castillo, José María Contursi, Ivo Pelay. Con todos empleó el mismo sistema: primero componía la música, luego llegaba la letra. La única excepción fueron dos tangos de sus comienzos, “A quién le puede importar” y “Copas, amigos y besos”, que con versos de Enrique Cadícamo fueron paridos a la inversa.
Era en verdad un gran músico, pianista, compositor y director de orquesta. Autor de varias composiciones que figuran entre los diez tangos más difundidos en el mundo, por los que recibió 26 discos de oro y platino.
Enseguida le llegó a Mariano la convocatoria de Francisco Canaro para que alternara como pianista de su orquesta con Lucio Demare. La relación, que supo ser tormentosa, empezó en 1937 y se interrumpió en los carnavales de 1948, cuando Mariano, que por entonces estaba habilitado en los ingresos de Pirincho por mitades, decidió cortarse solo, Mariano Mores se había quedado diez años con Canaro.
Esos años junto a Canaro fueron moldeando su estilo personal de pianista, sus ideas de orquesta típica de aires sinfónicos y la sumatoria de instrumentos al bandoneón, violín y piano, que concretaría tiempo más tarde al conformar su propia orquesta.
Cuando se separó de Canaro, una suerte de padre espiritual para él, la insidia ajena iba a determinar que en realidad floreciera entre ambos un abismo que tardó años en cerrarse.
En ese momento Mores formó su propia orquesta, donde en distintos períodos tuvo como vocalistas a Hugo del Carril, Tania, Carlos Acuña, Aldo Campoamor, Enrique Lucero (su hermano), Virginia Luque, Osvaldo Ribó, Nelly Vásquez, Enrique Dumas, Néstor Fabián y Hugo Marcel, además de Nito, su hijo, que murió en 1983.
También su hija, Silvia, incursionó como cantante. En 1948, acaso en el pico de su ciclo creativo, fue actor, autor y productor de una comedia musical de gran porte, El otro yo de Marcela, de Sixto Pondal Ríos y Carlos Olivari, con un elenco en el que se agolpaban Delia Garcés, Juan Carlos Thorry, Blackie y Benita Puértolas, a quienes se sumaba el ballet de Ángel Elata.
Después produjo Bésame Petronila, también con Garcés y dirección de Alberto de Zavalía, y hasta incursionó como galán cinematográfico, por caso en La voz de mi ciudad, de Ulises Petit de Murat, Fernando Ayala y Tulio Demichelli.
En 1952, durante la presidencia de Juan Domingo Perón, quién fuera su admirador, tocó por primera vez en el Teatro Colón, Taquito Militar fue la pieza elegida que homenajeaba a un ministro del gobierno. Junto a Alberto Castillo, Hugo del Carril, Nelly Omar y Antonio Tormo, Mores fue de los primeros músicos populares en ser parte de la programación del Teatro, pese a la poca aceptación de su público habitué.Tiene más de 300 grabaciones, su primer cantor fue su hermano Enrique Martínez, con el seudónimo de Enrique Lucero. Formó el sexteto rítmico moderno, que consistía de piano, bandoneón, guitarra eléctrica, órgano, percusión y bajo. El músico que lo acompañó durante más tiempo es su percusionista el maestro Ignacio “Pucho” Riccio quien estuvo desde el año 1972 hasta las últimas actuaciones y fue su principal apoyo rítmico.
En sus giras internacionales, no solamente llevaba su orquesta o sexteto, y sus cantores, siempre lo acompañaron diversos ballets de Tango y Folklore, ya que en sus presentaciones jamás dejó de lado las danzas folklóricas.
En lo que se refiere a materia discográfica, Mores realizó la mayor parte de sus registros comerciales en el sello Odeón, aunque el primer sello que grabó fue Mercurio. En Odeón grabó entre 1954 y 1969. A partir de aquí el maestro Mores grabaría muy poco, en 1972 apenas un disco de cuatro temas en México, un LP (Enteramente Argentina) para el sello Microfón, en 1977, otro LP (Ok Mister Tango) para el sello CBS, en 1986 y un CD en vivo para Leader Music en 1994.
Actuó con su orquesta en la película documental Café de los maestros (2008) dirigido por Miguel Kohan y en el álbum Café de los Maestros Vol. 1 y 2 (2005) producido por Gustavo Santaolalla en el que registró las regrabaciones de Tanguera y Taquito Militar.

Pichuco seguía prefiriendo los tangos de Mores quien a su vez lo idolatraba, algo que Canaro nunca pudo digerir lo mismo que sus grandes cantores, como Francisco Fiorentino, Alberto Marino, Roberto Goyeneche y Edmundo Rivero, que antes de debutar profesionalmente integró con su hermana el coro de aquel lejano Trío Mores.
En la década del cincuenta, Mores compuso, entre los temas más memorables de esa etapa suya, La calesita y Por qué lo quise tanto; más acá, en 1964, surgía su último gran éxito, Frente al mar, pero su producción no se detuvo.
Su estilo evolucionó hacia lo que él llama orquesta lírico popular, con nuevos timbres que le permitieron un tratamiento melódico y armónico más pleno, también más ampuloso por momentos. Su objetivo era internacionalizar su producción y lo logró.
Llevó sus espectáculos a Europa y los Estados Unidos. La Organización de Estados Americanos, en 1987, le otorgó su premio Músicos Eruditos, que antes había recaído en Alberto Ginastera, y últimamente fue suceso en los Estados Unidos con su espectáculo O.K. Mr. Tango, que consolidó el boom del Tango Argentino.
Peroniano pero no peronista, según su propia definición, Mores que en 1983 votó por Alfonsín era un pianista arrebatado y eximio, además de un compositor excelso. Un crítico, en Italia, escribió que el bandoneón de Piazzolla, obsesivo, amargo, hace temblar, mientras que en las antípodas, el tango de Mores, aunque le haya puesto sordina a la nostalgia, hace bailar. Puede que sea cierto. Pero falta algo, acaso porque el que toca nunca baila, además, su música, la que le sale de las entrañas, emociona. Y la emoción, ya se sabe es inmortal.
Produjo gran cantidad de revistas que combinaban la música, la danza, el teatro y el humor, entre las que se destacan Buenas noches Buenos Aires (1963), Buenos Aires canta al mundo (1966), Yo canto a mi Argentina (1973), etc.
En cine trabajó como actor y músico en varias películas como por ejemplo La doctora quiere tangos (1949), Corrientes, calle de ensueños (1949) y La voz de mi ciudad (1953), y como músico también en Buenas noches, Buenos Aires (1964).
En televisión tuvo el papel protagónico junto a Mirtha Legrand, en la serie cómico musical M ama a M (1957) y en la serie La familia Mores (1967), y por ahora vamos a parar esta historia aquí y mañana continuamos con la inmensa trayectoria del maestro Mariano Mores.
Ing. Aldo Escobar
