La OMS advirtió que el nuevo coronavirus podría no “desaparecer nunca” y convertirse en una enfermedad con la que tendremos que convivir

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A medida que los países comienzan a levantar gradualmente las restricciones para tratar de frenar la epidemia detectada en diciembre en China, la OMS emitió un mensaje de alerta el miércoles.

Tenemos un nuevo virus que penetra en la población humana por primera vez y, por lo tanto, es muy difícil decir cuándo podremos superarlo”, dijo Michael Ryan, director de emergencias sanitarias de la OMS, durante una conferencia de prensa virtual desde Ginebra.

“Este virus puede volverse endémico en nuestras comunidades, puede que nunca desaparezca”, insistió Ryan.

Otro elemento preocupante revelado por un estudio es que el coronavirus podría transmitirse no solo tosiendo o estornudando, sino, también, hablando.

Las microgotas de saliva generadas al hablar pueden permanecer suspendidas en el aire en un espacio cerrado durante más de diez minutos, según un estudio publicado el miércoles en la revista PNAS, que destaca el probable papel de esta vía en la propagación de la pandemia.

Imagen de archivo de una mujer que utiliza mascarilla y guantes  mientras compra frutas en medio del brote de coronavirus, en Brooklyn, Nueva York, EEUU [11 de mayo de 2020]  (Reuters/ Brendan McDermid)Imagen de archivo de una mujer que utiliza mascarilla y guantes mientras compra frutas en medio del brote de coronavirus, en Brooklyn, Nueva York, EEUU [11 de mayo de 2020] (Reuters/ Brendan McDermid)

La OMS también advirtió sobre las consecuencias para la salud mental que está teniendo el coronavirus en el mundo y las que va a tener en el futuro, como un posible aumento de suicidios y de trastornos, e instó a los Gobiernos a no dejar de lado la atención psicológica.

“La situación actual, con aislamiento, miedo, incertidumbre y crisis económica, puede causar trastornos psicológicos”, advirtió en una rueda de prensa digital Dévora Kestel, directora del Departamento de Salud Mental y Abuso de Sustancias de la OMS.

Estados Unidos, el país más afectado del mundo con más de 84.000 muertes, 1.800 en 24 horas entre el martes y el miércoles, acusó a China de tratar de espiar a sus investigadores dedicados a la lucha contra el nuevo coronavirus.

Washington continúa culpando a las autoridades de Beijing por la crisis provocada por la pandemia, que, más allá de su terrible número de víctimas humanas (4,3 millones de casos y más de 295.000 muertos), ha dejado en punto muerto buena parte de la economía mundial.

Según Estados Unidos, el sector de la salud, así como el farmacéutico y el de la investigación, son “blanco” de China, que, a través de piratas informáticos, estudiantes o investigadores, trata de robar su trabajo sobre una vacuna, algún tratamiento o incluso sobre nuevas pruebas de detección de la COVID-19.

Sepultureros con trajes protectores entierran el ataúd de una persona que murió de la enfermedad por coronavirus (COVID-19), en el cementerio de Vila Formosa, el más grande de Brasil, en San Pablo [13 de mayo de 2020] (Reuters/ Amanda Perobelli)

Antes de que Washington lanzara públicamente estos ataques, la prensa ya los había publicado, lo que provocó la respuesta de Beijing, que los tildó de “rumores y calumnias”.

Durante semanas, el presidente de Estados Unidos, Donald Trump, acusó a China de haber ocultado la magnitud de la epidemia, que apareció a fines de 2019, en la ciudad de Wuhan, con lo que facilitó su propagación.

Según un alto funcionario de salud despedido recientemente por el presidente, Rick Bright, Estados Unidos no estaba lo suficientemente “preparado” para hacer frente al coronavirus. Sin una respuesta coordinada, añadió, habrá un “resurgimiento de casos en otoño” y “el de 2020 será el invierno más oscuro de la historia moderna”.

El jefe del Banco Central de Estados Unidos, Jerome Powell, advirtió que el daño a la primera economía mundial infligido por de la pandemia podría ser “duradero” y que sería necesaria una nueva ayuda, además de los aproximadamente 2.900 millones de dólares de apoyo aprobados por el Congreso.

En Estados Unidos, como en el resto del mundo, los Gobiernos tratan de encontrar el difícil equilibrio entre las medidas destinadas a detener la propagación de la enfermedad y las de revivir sus economías.