La compañía que deja que sus empleados elijan cuánto quieren cobrar

Cada persona propone un aumento salarial, que se compara con su rendimiento

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La casa de apuestas online Smarkets deja que sus empleados elijan cuánto quieren ganar. Por supuesto, no complace las peticiones de todos ellos,pero deja que sean sus compañeros los que decidan si lo solicitado es justo o no. El CEO de la compañía londinense, Jason Trost, reconoce a Business Inider que “no es tan guay como parece”. El sistema tiene errores que se van mejorando continuamente y ha costado adaptarse a él, pero está mereciendo la pena. “Es un proceso loco, pero funciona”, asegura.

Fue hace tres años cuando Trost introdujo el sistema con ánimo de arrojar transparencia en todas las facetas de la compañía. Desde ese momento el salario dejó de negociarse con la dirección –como es habitual en todas las empresas–, y es cada empleado el que sube lo que cree que debería ganar a una plataforma y sus colegas votan si lo merece o no.

Como se explica en el blog de la compañía, el proceso en completamente abierto. Cada persona propone un aumento salarial, que se compara con su rendimiento, la tasa de mercado y la retroalimentación de sus pares.

Cuando se estrenó el invento, todos los empleados podían pedir una revisión de su salario al mes, pero pronto se redujo el invento a dos veces al año. El salario de todos los empleados puede consultarse en cada momento en una wiki interna, lo que permite a todo el mundo saber qué ganan sus jefes y subordinados.

Una buena idea, difícil de implementar

La política de Smarkets va en la línea de lo que están apuntando numerosos expertos en management, que aseguran que la opacidad en torno a los salarios de una compañía no es beneficiosa ni para los trabajadores ni para la empresa.

Las empresas creen que al ocultar los salarios tienen más poder a la hora de negociar con los empleados, pues poseen una información que ellos no tienen y, además, pueden hacerles creer que tienen un sueldo aceptable respecto a otros compañeros. El problema es que, a la larga, esta perniciosa actitud acaba afectando también a las compañías, por una razón muy sencilla: los salarios son un precio, el de la fuerza de trabajo de un individuo, y los mercados funcionan mejor cuando se conocen los precios.