JUAN CARLOS COPES

El 16 de enero pasado se fue de gira el maestro Juan Carlos Copes. Es nuestro homenaje a este extraordinario bailarín que dejó una huella muy profunda en la cultura argentina.

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Juan Carlos Copes había nacido en Buenos Aires; un 31 de mayo de 1931, Florida, provincia de Buenos Aires, por el ramal del Belgrano; fue un bailarín de tango y coreógrafo argentino, reconocido por haber sido el impulsor del tango danza con un estilo coreográfico de espectáculo y su difusión internacional.

En el barrio porteño de Mataderos lo tuvo como protagonista pero creció en Villa Pueyrredón, donde comenzó a frecuentar las milongas y a perfilar su estilo que plasmó bailando en pareja con María Nieves Rego desde finales de los ’40, cuando ella tenía 14 años y él apenas 17.

Pasaron muchos años desde aquellos días en que un joven delgadito, el “crédito” de la barra, deslumbraba a las muchachas de los clubes de Mataderos y Villa Pueyrredón. Por entonces, el muchacho que estaba indeciso entre el tango y la carrera de ingeniero electrónico, ganó un concurso de baile en el Luna Park, en 1951, donde se presentaron más de trescientas parejas. Y esa noche fue la bisagra, el punto de inflexión. El momento de tomar una decisión. 

Recién comenzaba la década del 50 y ya bailaba con quien sería su compañera en gran parte de su carrera, María Nieves. Con ella formó el tándem perfecto, el prototipo de pareja que se impuso por su presencia, la leyenda de las piernas más veloces. Copes y Nieves fueron compañeros, novios, pareja. Se amaron, se divorciaron, se odiaron. Él se casó con otra mujer, tuvo dos hijas, pero siguió bailando con Nieves. Hasta que la relación se hizo insostenible. Se separaron definitivamente, y él encontró en su hija Johana una nueva compañera.

Como coreógrafo y bailarín, en diciembre de 1955 y al frente de un grupo de bailarines aficionados presentó la primera obra de danzas porteñas de dos horas de duración que bajo el título “Juan Carlos Copes y su ballet de tango” se ofreció en los teatros El Nacional y Tabarís.

«Solía expresar que el Tango es la única danza que permite imaginación y creatividad para formar, en tres minutos, una historia de amor, de odio. Pero son tres minutos que, si hay una cierta relación cuerpo a cuerpo, hacen olvidar cualquier problema”. Esa es la sensación que le produce bailar el dos por cuatro. Y no falta su alusión a las virtudes del tango. «Creo que tiene muchas, pero si tuviera que elegir, diría que es llamativo su poder de adaptación a cualquier época».

Copes no desconoce que en la Argentina es el bailarín de tango, pero rechaza ese mote a rajatabla: «Es muy antiguo y conservador decir que soy el bailarín de tango. Para bailarlo se necesitan dos personas y mucha pasión. Lo demás es técnica y viene sola».

Coherente en toda su carrera, dueño de una mente abierta y criteriosa, afirma que nunca cambiaría su manera de sentir el tango. No es de los que traicionan su esencia ni de los que admiten la existencia de la categoría tango “for export”.

Creador de avanzada, guste o no, Copes estaba despegado de los estereotipos. Si bien era uno de esos “argentinazos” que defiende lo de antes, como debe ser, también procura expresar su modernismo y no ser un tipo conservador. Era un porteño de los que creen que «los tangueros no deben vivir con el funyi puesto y el pañuelo anudado al cuello para refrendar su condición de malevo. Si yo pensara eso, me consideraría una persona muerta», sostiene categórico.

Parte del secreto de Copes para trascender largamente las fronteras argentinas fue haber logrado alcanzar una síntesis entre la vieja guardia de las milongas porteñas de las décadas del 40 y el 50 y coreografías audaces y modernas sin por ello perder identidad y raíz.

Además urdió espectáculos como “Copes Tango Show”, “New Face 62”, “Tangos Para El Mundo”, “Tango Argentino”, “Gotán”, “Tango-Tango”, “María De Buenos Aires”, “A Rose For Mr. Tango”, “Entre Borges y Piazzolla” y “Sentimiento de Tango”, entre otros, que conmovieron a públicos de diferentes latitudes.

De todos ellos, “Tango Argentino” fue, sin dudas, el más importante ya que se presentó durante seis meses a sala llena en Broadway y viajó por todo el mundo.

Estrenado en el teatro Chatelet de París en 1983, el musical de Claudio Segovia y Héctor Orezolli, que contó con Copes, María Nieves y el gordo Virulazo entre sus bailarines, música del Sexteto Mayor y del negro Raúl Lavié y Elba Berón como cantantes, actuó en los Estados Unidos, la entonces URSS, Alemania, Canadá, Suiza, Austria, Gran Bretaña, Italia, Japón, Argentina y Latinoamérica, entre otras tierras.
“Tango Argentino” fue nominado a tres premios Tony -equivalente teatral del Oscar- en 1986, como Mejor Musical, Mejor Dirección y Mejor Coreografía. En esta última terna, Copes compitió con coreógrafos de la talla de Bob Fosse, Wilford Leach y Richard Waltby.

Ese impacto lo llevó también a los sets de filmación, tomando parte en siete largometrajes, entre ellos, “Tango Baile Nuestro” con Robert Duvall; “Funes, un gran amor” de Raúl de la Torre; “Arena de Tango Mío”, de la BBC de Londres; y “Tango” de Carlos Saura.

Copes propagó el tango-danza en lugares como el Julliard School de New York, la Universidad de Stanford, la Universidad de Chicago, la Universidad de La Sorbona en París, teniendo además como alumnos a artistas de la calidad de Liza Minelli, Julio Bocca, Eleonora Cassano, Robert Duvall, Mijhail Barishnikov, e incluso a profesores del Fred Astaire School.

El milonguero se retiró de los escenarios en 2015 aquejado por problemas de salud que su endeble situación económica le dificultaban asumir, aquí en nuestra provincia se presentó hace más de 10 años, con su hija Johana, fue en el teatro San Martín, donde esa noche tuve la oportunidad de charlar sobre su experiencia en el viejo mundo como bailarín, fue un grato momento y rescato una frase que dijo “ me trajeron viejo a esta hermosa provincia”.

Sus pies alados recuerdan a los de Fred Astaire y Gene Kelly, dos reyes de la comedia musical. Él, Juan Carlos Copes, los considera, junto a Ginger Rogers, sus paradigmas, sus maestros, sus modelos a seguir.

El hombre de pelo engominado y ceño fruncido, vestido de traje impecablemente planchado, está sentado a la vera del escenario como estandarte y figura de su musical autobiográfico, Copes tango Copes, en el que refleja una síntesis de sus 50 años de carrera.

Acompañado por su hija Johana, el ballet Copes Tango Danza y la voz de María Graña, se puede ver la evolución creativa del danzarín desde sus inicios en los bailes del club de fútbol Atlanta, pasando por los concursos de danza en el estadio Luna Park, sus viajes por América, sus encuentros con los maestros Piazzolla, Troilo o Pugliese, hasta celebridades internacionales de la talla de Baryshnikov, Liza Minnelli o el ya mencionado Gene Kelly, que merece una evocación en boca del propio Copes. «Era mi ídolo, fue quien me dio la clave de lo que debía hacer, el que más me llegó con su danza».

De pronto, se llama a silencio. Mira sin ver, deseando trasladarse a aquel momento, allá por 1985 cuando, tras presentar Tango Argentino en Broadway, tuvo la posibilidad de conocerlo. Y le surge una anécdota: «Una noche, luego de la función, se me acercó la hija de Gene y me dijo que su padre no estaba bien de salud; sin embargo, me hacía llegar el mensaje de que me esperaba al día siguiente en su casa de Los Angeles. Casi me desmayo. Me sentí pleno, igualito a como estaba él en “Cantando bajo la lluvia”».

Son cuantiosos los shows que jalonan la larga trayectoria de Copes. Pese a ello, los nervios siempre juegan un partido aparte. «No tienen edad. Cuanto más grande es uno, más temor a equivocarse existe».

Además, Gene Kelly lo reconoció como su par, deslumbró bailando en la Casa Blanca en el cumpleaños 75 de Ronald Reagan, fue distinguido por la Unesco y el New York Times le otorgó el “Premio a La Danza”.

Lo inquieta el hecho de aparecer como una persona soberbia, algo de lo que realmente dista mucho. Y le preocupa que por primera vez un espectáculo lleve su nombre en el título. «Si bien ya lo asumí, suena como una marca registrada. Como sí con apenas decirlo, significara algo», explica.
De profesión milonguero, como le gusta presentarse, es acreedor de importantes premios como los de Toronto y Nueva York, el ACE argentino por “Entre Borges y Piazzolla”, y, recientemente, el American Choreography Award por la mejor coreografía para cine por la película “Tango” (dirigida por Carlos Saura).

«Muchos creen que lo más importante son las piernas, los pies. No me parece. A mi criterio, lo esencial empieza arriba, en la cabeza, y luego pasa por el corazón. Los pies son la consecuencia», es la definición que brinda este porteño de más de 70 años a la hora de explicar cómo se hace para bailar bien el tango. Y así debe ser, porque las piernas y los pies de Copes tienen un lenguaje exclusivo capaz de garabatear silenciosas figuras que expresan lo que las propias palabras no podrían pronunciar, realmente para él bailar era una terapia con mucha pasión.

En junio de 2017 difundió su estado de salud en una carta pública donde expresó: “Mi salud es muy precaria y día a día, tengo una batalla con la vida. La verdad es que tengo muchas dificultades para caminar. Estoy muy desmejorado y no tengo ganas de nada”.

“Estoy enfermo y con una jubilación de diez mil pesos y un juicio a Tango Porteño (Metro S.A), de Diego Masser y Víctor Blanco (presidente de Racing). Desde el momento que me enfermé, los primeros días de agosto de 2015, nunca más me pagaron mis haberes, usando mi imagen y mi nombre en la puerta y en la marquesina durante diez meses”, escribió entonces.

La noticia sobre la muerte del legendario milonguero fue revelada por su hija Johana Copes por las redes sociales. “Fue todo muy rápido, falleció mi papá, estaba internado por Covid  desde Diciembre y venía con una leve mejoría y justo falleció este 16 de Enero, en el mismo día que Angel D’agostino. Su brillo quedará intacto en las estrellas y en la historia del Tango Danza por siempre”, escribió la también la bailarina.

Ventana del Norte

Ing. Aldo O. Escobar

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