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miércoles, octubre 22, 2025
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JUAN CARLOS BAZAN,” EL GORDO MAMADERA”

Aquí estamos en un casi atípico dentro del género musical del tango, porque él fue un saxofonista, clarinetista, director de orquesta, letrista y compositor dedicado al género del tango que era apodado “El Gordo Mamadera” y firmó parte de sus obras con el seudónimo “El Mosquetero”, se dan cuenta que el usaba un instrumento poco habitual en el tango, había nacido un 2 de junio de 1887.

Sus estudios fueron muy limitados, no pasaron de algunos grados del primario, a los 13 años, comenzó a trabajar como aprendiz de tipógrafo en los talleres del diario La Prensa. Pero, al poco tiempo, por una huelga lo dejaron sin empleo, sin embargo, pudo continuar en el gremio, ingresó al diario El Porteño, dirigido por Emilio Morales, quien luego fundara La Razón, también trabajó en ese periódico pero tuvo muchas frustraciones y decidió probar suerte con la música, quienes rastrearon sus pasos sitúan el hecho por el año 1903, cuando los tangos eran apenas un puñado.

Aprendió clarinete tocando de oído tangos que le silbaba “Pedrín el Tuerto”, un renombrado bailarín de la época y en 1902 debutó profesionalmente en dúo con el guitarrista Félix Castillo (el Chino) en un local llamado “La Red”. Cuentan que fue en un ranchito en la paupérrima y tenebrosa bajada de Belgrano, donde se juntaban pescadores y malandras allí habría debutado, con flauta, trompeta o clarinete.

Grande de cuerpo, tirando a gordo, fue un tipo bonachón, descripción en la que han coincidido quienes lo conocieron y dejaron su testimonio, nos cuenta Héctor Lucci que en su juventud, un mozo de un bar japonés ubicado en la calle 25 de Mayo a metros de Corrientes, le contó que en varias ocasiones observó cómo se amontonaba gente en la esquina para escuchar una música, curioso, en una oportunidad se acercó y vio, en medio de esa ocasional concurrencia, al gordo Bazán tocando una larga trompeta de bronce de la que pendía un estandarte de tela con letras doradas, era la publicidad de Kalisay, un aperitivo de la época, además el clásico muñeco de gran cabeza, representando a un señor mayor.

Poco tiempo después se hace profesional, gana los primeros pesos y una amistad para el resto de la vida, conoce a El Pibe Ernesto Ponzio, violinista, compositor, ladrón y deudor de una muerte que luego pagó con 11 años de cárcel, forman un cuarteto junto a Vicente Ponzio, tío de El Pibe, también violinista y El Tano Tortorelli en arpa. 

Pronto integran otro cuarteto, esta vez con Eusebio Aspiazú (el cieguito) en guitarra y Félix Riglos en flauta, actúan en los studs del Bajo Belgrano y en algunos locales primitivos, La Fazenda, La cancha de Rosendo (lugar vecino al viejo hipódromo de Belgrano ubicado donde hoy está el estadio de River Plate) y La Milonga del Chino Pantalión, donde una trifulca le dejó para siempre el plomo de un balazo en una de sus piernas. 

En 1906 estuvo en “El Velódromo” del Bosque de Palermo, con el pianista Roberto Firpo y el violinista Francisco Postiglione, reemplazado al año siguiente por Alcides Palavecino quien, a su vez, dejó más tarde su lugar a Tito Roccatagliata.

Es por ese tiempo que Ponzio marcha preso y El Gordo, desorientado, retorna a la tipografía, esta vez en un periódico La Linterna de Flores, editado por Juan José de Soiza Reilly, quien firmaba sus notas con el seudónimo de Agapito Candilejas, pero aguantó poco, porque lo llamaba la música, esta vez, definitivamente.

Junto al violinista Francisco Postiglione llegó a Roberto Firpo que actuaba en El Velódromo, en Palermo, en ese año, allí nació la ocurrencia del patrón de ubicar a Bazán en la puerta tocando su instrumento y así, llamar la atención de los parroquianos que tenían que optar por El Velódromo o por Hansen, un local vecino, le resultaba divertido, además, fue el motivo de inspiración de su tango “La chiflada”, y cumplió bien su cometido, le restó tanto público a Hansen que su dueño terminó contratándolo con alguno de sus muchachos y con mejor paga.



Respecto a la música de esa llamada, se dice que era semejante a la utilizada por Villoldo en su tango “Chiflale que va a venir”. Formó la primera orquesta bajo su dirección en 1910 con el pianista Pedro Modesto Ramírez, el bandoneonista Arturo Herman Bernstein, y el violinista Roccatagliata, con la que actuó en el “Café Oriental”, de la avenida Entre Ríos al 900; más adelante “El Pardo” Alcorta sustituyó a Roccatagliata, y Roberto Firpo a Ramírez.

En 1916 organizó una orquesta para actuar en el Teatro Nacional en el sainete Cabaret de Carlos Mauricio Pacheco, cuando ese mismo año Roberto Firpo formó su orquesta, incorporó a Bazán, quien grabó unas pocas versiones para la discográfica de Max Glücksmann en memorables dúos con Firpo de piano y clarinete y participó en muchas de las grabaciones de la orquesta, en los años siguientes continuó su colaboración con Firpo en forma esporádica y en 1917 integró la orquesta gigante Firpo – Canaro.

Entre otros lugares actuaron en el Café Oriental, de la calle Entre Ríos entre Estados Unidos y Carlos Calvo, estuvo ligado a Firpo desde 1916, interviniendo en su orquesta cuando era requerido, desde entonces y hasta su fallecimiento, cada vez que escuchamos un clarinete en una grabación de Firpo, ese clarinete es el suyo, según dicen, algunas de sus composiciones las firmó con el seudónimo de El Mosquetero.

A fines de 1917, condujo otra formación junto a Juan Carlos CobiánEduardo Arolas y Roccatagliata, también, integra la orquesta teatral de la compañía Vittone – Pomar, en la obra de Carlos Mauricio Pacheco, Cabaret. La orquesta gigante formada por Francisco Canaro y Firpo para los carnavales en el Teatro Colón de Rosario, lo tuvo entre sus músicos.

Afortunadamente, gracias al cine nos ha quedado su imagen en la primera película sonora argentina, ¡Tango!, formó para la ocasión el Conjunto de La Guardia Vieja, junto a su recuperado amigo Ernesto Ponzio, se ve también a Bianchi (bandoneón), El Pardo Alcorta (segundo violín), Vicente Pecci (flauta), Eusebio Aspiazú (guitarra), interpretan “Don Juan (El taita del barrio)”, un fragmento de “El entrerriano” (momento en que baila El Cachafaz), un fragmento de “La chiflada” y, acompañando a Tita Merello, cuando canta “Yo soy así para el amor”.

Le pertenece la letra del tango “Nena”, con música de Ciriaco Ortiz, y la música del tango – canción “¡El Brujo!”, sobre letra de Eduardo Carrasquilla Mallarino, que recibiera el Primer Premio en el Concurso de Discos Nacional del año 1926, ambos grabados ese mismo año por Carlos Gardel acompañado por las guitarras de José Ricardo y Guillermo Barbieri. También compuso la milonga “Arréglate como puedas”, la letra del tango Ataniche, título anagramático de “Che, Anita”, sobre música de Ernesto Ponzio, que fue ejecutado por la Orquesta Roberto Firpo en la obra Los Guevara y registrada por Juan D’Arienzo, la polca tangueada Casi…miro, los tangos “Congreso”, “Cotillón”, “El Chiquilín”, “El Mareo”, grabado por Discos Nacional en 1919, “El Pampa”, “Gilito fantoche”, “Hoy… ya no puede ser”, “La bruja”, “La chiflada” que en 1928 grabó Ignacio Corsini con letra de Francisco García Jiménez, “La cieguita” que pasa, registrado por Osvaldo Fresedo en 1926, “La Tirana”, “Los piratas”, “Mariquita”, “Pucho”, que grabó la orquesta Minotto Di Cicco en discos Columbia, en 1930, “Qué le vas hacer”, “Soberbio”, grabado por Osvaldo Fresedo el 4 de noviembre de 1927, “Tirá la cadena”, su primer tango, 1908 que luego retítulo “El Pampa”, “Trabajar… ¡nunca!” y “Ya todo terminó”, con Alcides Palavecino, así como la ranchera “Yo me caso”, “Doña Lola”, el pasodoble “Sangre torera” y el vals “Soñé”. ​

Con la misma formación tuvo presentaciones en el Teatro Nacional, y en 1934, en un reportaje comentó que estaba empeñado en formar un conjunto de música nativa con Parreño, Navas y el dúo Pérez – Estrella, ignoramos si tal iniciativa se llegó a concretar, al año falleció Ponzio, el conjunto tanguero se dispersa y su trayectoria en la música se apaga como su propia vida, meses después de la de su amigo, y el “Gordo mamadera” nos deja un 9 de mayo de 1936.

Integró luego un cuarteto con Juan Carlos Cobián al piano, Eduardo Arolas en bandoneón, y Tito Roccatagliata en violín; después formó la Orquesta Royal con Alejandro Michetti en batería y flauta, Roberto Goyheneche en piano, David Barberis y Juan Deambroggio, en bandoneón y Emilio De Caro y Pedro Gagliano en violín. La Orquesta Royal que trabajó en las clásicas escenas de cabaré de las obras teatrales con la Compañía VittonePomar e intervino en la representación en el Teatro Apolo por Pepe y César Ratti de la obra El Bailarín del Cabaret, donde estrenaron el tango Patotero sentimental, de Manuel Jovés, que cantaba Ignacio Corsini y en 1921 viajó al Perú con la de ArataSimariFranco, junto a la cancionista española Teresita Zazá.62​Después de retornar al país, la Orquesta Royal viajó a España con Muiño-Alippi, pero sin Michetti.

Entre 1923 y 1927 actuó durante las temporadas de verano en el Club General Pueyrredón de Mar del Plata, compartiendo la animación con la Armani Jazz-Band. Después se incorporó a la “Orquesta Víctor Popular”, uno de los conjuntos creados por la discográfica para hacer grabaciones y presentaciones radiales para promocionarlas grabaciones; y fundó una orquesta para animar las veladas del cabaré Chantecler.

Cuando merced a un indulto presidencial Ernesto Ponzio fue liberado anticipadamente de la cárcel en 1928, organizó con él la “Orquesta de la Guardia Vieja Ponzio-Bazán” para el espectáculo evocativo El tango porteño, junto a los violinistas Alcides Palavecino, Vicente Ponzio y Ernesto Juan Muñecas, los guitarristas Eusebio Aspiazu y José Luis Padula, el bandoneonista Manuel Pizarro, el pianista Enrique Saborido y el contrabajista Eduardo Árbol Erezcano.

El 26 de enero de 1932 en el Teatro Nacional, Pascual Carcavallo presentó un espectáculo con dos orquestas, la de Bazán y la de Firpo, representando, respectivamente, a la Guardia Vieja y al nuevo tango; explica Gobello que no se trataba de una diferencia generacional o de edad -de hecho, Firpo era 3 años mayor que Bazán- sino de instrumentos pues la formación dirigida por este último contaba con 2 guitarras, 5 violines, flauta y clarinete, sin bandoneones.

En 1933 estaban en la orquesta junto a Bazán y Ponzio, José María Bianchi en bandoneón, ‘El Pardo’ Alcorta como segundo violín, “El Tano Vicente” en flauta y Eusebio Aspiazú en guitarra, y actuaron en el filme ¡Tango! ese año, en unos casos con Tita Merello como cancionista.

En 1934 la orquesta se disolvió al morir Ponzio y Bazán volvió con Roberto Firpo en actuaciones y grabaciones para Odeón en 1935. Las últimas presentaciones de Bazán fueron en 1936 con el “Cuarteto del 900”, que tenía como director desde el piano a Feliciano Brunelli además de Aníbal Troilo en bandoneón y Elvino Vardaro en violín.

Juan Carlos Bazán falleció en Buenos Aires el 9 de mayo de 1936.

En 1921, formó una orquesta con Emilio De CaroNicolás Vaccaro, Juan Bautista Deambroggio y Alejandro Michetti. Viajaron a Perú. Fue un fracaso y regresaron sin dinero. Pero se repuso —entre los años 1923 y 1927—, cuando animó, con continuidad, las veladas veraniegas del distinguido Club General Pueyrredón, de Mar del Plata. La publicidad anunciaba a la Orquesta Típica Criolla y Americana de Juan Carlos Bazán y se citaba a los integrantes: A. Fernández, en drumm (sonaba mejor que batería), Raymundo Petillo (piano), José María Bianchi (bandoneón), Bernardo Germino (concertino), Vicente Russo (violín), Pascual Mazzeo (bandoneón). En el lugar daba clases de baile el popular Casimiro Aín. Empero, su contrato finalizó abruptamente cuando consiguió los favores de una dama, por cierto muy distinguida también, con quien contrae matrimonio, aunque él ya estaba casado.


Con Roberto Firpo, grabaron para el sello Nacional Odeon algunos dúos de piano y clarinete. Nuestro amigo y coleccionista Héctor Lucci tiene uno de ellos: “Noches orientales”, vals de Ángel Metallo, de 1917 (disco Nacional Odeon 897-A, datos suministrados por Enrique Binda). Excelente grabación donde Firpo ocupa netamente el plano de acompañante, dejando para Bazán prácticamente la función de solista, lo que nos permite apreciarlo con todo detalle.

ING. Aldo Escobar

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