Fer Palacio, el DJ que le puso cachengue al aislamiento

"La cumbia es para todos, es como el asado", dice FerPa. "Me importa que la gente baile y pase un buen momento, ¡y gratis!"

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Cuando Fer Palacio arrancó en el mundo de la música no tenía views, ni sponsors, ni hitazos. Tampoco lugares dónde tocar. Mechando entre su laburo en una fábrica de parrillas y como maquinista de trenes, Fer se hizo fuerte a puro “no”. Sin embargo, sus ganas pudieron más: se juntó con dos amigos, puso un par de sueldos encima, sacó un crédito en un banco y abrió Panda, en Padua. “Me tuve que abrir mi propio bar para poder tocar”, dice quien hoy es el DJ de cachengue más importante del país.

Con videos que orillan las 10 millones de reproducciones y con un canal que araña el millón de suscriptores, Fer Palacio acaba de abrir su propia DJ house. Y hasta planea hacer su propio “Lollapalooza mensual”. Pero antes de la popularidad, un posgrado en remarla. “Siempre fui emprendedor”, dice detrás de sus característicos lentes.

Nacido en González Catán y criado en San Antonio de Padua, desde siempre se emplazó en la autocrítica para hacer un producto popular: “Si pasaba música mala, la gente se iba del bar. Me fui curtiendo. Ahí me di cuenta que los remix que pasaba los podía hacer yo”.

No cachengue, no party

Como una construcción indescifrable, el cachengue representa el espíritu de la previa, el instante exacto en que nada importa porque se asoma la fiesta. “En la época del barcito empecé a producir mis propios sets y con eso rápidamente pegué unos laburitos.” Enseguida, sumó de a cuatro shows mensuales y oficialmente comenzó a vivir de la música.

“Me importa que la gente baile y pase un buen momento”, comenta, casi sabiéndose un engranaje de algo más grande: Fer Palacio logra remixes y sets que tocan la fibra popular. Se baila en el conurbano, se escucha en los countries. “Aunque sea rubiecito y use anteojos, soy de barrio. Sé lo que es comer sanguchito de paleta y tomar té. Conozco lo que es pagar el mínimo de las tarjetas. Y también me gusta la buena vida.”

Y ahí, en esa tensión, su mayor valor: como pasa con Pablito Lescano, su música gusta a los pibes cumbieros y a los chetos por igual. “La cumbia es para todos, es como el asado”, sentencia. “Es de abajo para arriba, no de arriba para abajo. Hago cachengue, cumbia, reggaetón, sonidos del norte, con güiros, y ni siquiera es bien cumbiero. Es algo más tribal, una onda muy rara. Es bien popular, para todo tipo de público“.

Sus sets suelen mechar un picadito de lo más hot de la música latina y los disfraza de cumbia con los BPM más altos de lo normal. “Somos presos de los algoritmos”, reconoce. ¿Qué es lo que más le funciona? “Gusta todo lo melódico llevado al cachengue, porque le das un cambio de rosca al tema. Si agarrás una canción como No me olvides de Abel Pintos, y le ponés cachengue: chau, es automático cómo la sube. Le das una vuelta a lo sad y terminás cantándola a los gritos con ganas de descorchar un vino.”

Con tanta popularidad, Ferpa invirtió el postulado de los DJs: ahora son los músicos los que le piden remixar sus temas. “Gracias a la exposición, los artistas quieren que les haga un remix. Incluso los de afuera, porque quieren impactar en el mercado local”, explica. “Es una era en la que los DJs y productores van a tener mucho protagonismo. BZRP tiene más impacto que cualquier otro artista.

El ascenso

No Pirlo, no Party. La frase que fue remera y entronizó el amor por Andrea Pirlo, volante italiano con una pegada prodigiosa, se convirtió en inspiración para el joven DJ: No Ferpa, No Party. ¿Cuál es la historia detrás de su punchline? “Me gusta mucho el futbol. Alguien me lo comentó en YouTube y uno de los chicos que trabaja conmigo fijó el comentario. Cuando subimos un nuevo set, mi compañero tiró No Ferpa, No Party en la descripción. No me di cuenta, quedó y me empezó a gustar.”

En septiembre de 2019, Fer Palacio se mudó con su equipo a Escobar y comenzó a mancillar una idea que terminó potenciada en cuarentena. “Si alguien quiere música para una previa, la va a tener”, desliza. Con el comienzo del aislamiento social, preventivo y obligatorio, Fer arrancó –como tantos otros– con unos vivos de Instagram. Primero fueron 3000 views. La semana siguiente, unos 7000. La tercera, 15000. “Es por acá”, se dijo. “Estar guardados por la pandemia aceleró el proceso.”

Llegó a cosechar casi 30000 espectadores en simultáneo (el pico fue de 29.900) y comenzó a ocuparse de las puestas en escena. Se separó de la idea del DJ tocando en la intimidad de su casa para empezar a montar contextos cada vez más elaborados. “Todo muy independiente, pero ponía un montón de plata en las puestas. El encierro me ayudó un montón, pero siento que me había preparado de antemano.”

Así las cosas, las Previas & Cachengues de Fer Palacio explotaron en las redes. Y, en todo este camino, se convirtió en el DJ oficial de la Coscu Army, la casa de streamers más importante del país, y sus canciones suenan hasta en Pascua Joven. Entretanto, desde su versión remixada de Bella Ciao, la canción italiana que adaptó y (re)popularizó La Casa de Papel, hasta el remix de Like Boss de Frijo, Ferpa no paró de pegarse.

Fiesta para todos y todas

“Es algo bastante nuevo”, se asombra Fer sobre el híbrido entre DJ cachenguero, productor musical autogestivo y entretenedor de las masas vía web. Por eso, en medio de la cuarentena y con los permisos correspondientes, montó una fiesta en la que cada uno de los presentes participó desde su propio auto. Lo explica: “Hacía mucho tiempo que quería hacer algo así, y era la única forma de hacer algo presencial”.

A la sazón, para esta fecha primaveral, Fer Palacio recibió el apoyo de una conocida marca de energizantes y, en su ambición, ya planea hacerlo con regularidad: “No voy a hacer más vivos desde casa. Quiero hacer eventos presenciales, con todos los cuidados, una vez por mes. Todo lo que voy generando lo guardo en una cajita. Si viene una marca y nos acompaña, joya. Si no, lo hago yo, con mi plata“.

A propósito, Ferpa no cobra por sus streamings ni por su material. “Es un formato nuevo y lo quiero hacer gratis”, insiste. Y esta política laboral la aprendió de la comunidad gamer: que la plata la pongan las marcas y no la gente. “Si me sumo a Twitch, no quiero que obligatoriamente me tengan que pagar. Me sirve que me vean. Si se quieren suscribir, todo bien. O si mañana hacemos un contenido diferencial, también. Pero, inicialmente, mi forma de trabajo es que nadie pague para ver“, concluye.

Fuente Página 12