Educación o anarquía

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En Tucumán hemos vivido terribles días de infamia, de anarquía y de aberración moral. La muerte de Abigail de 9 años, violada y asesinada, vuelve a levantar un manto de sospecha y de indignación sobre estos seres marginales que son liberados y vuelven a delinquir, pero lo hacen con más saña y alevosía. El sospechoso, masacrado y pisoteado por una masa  de ciudadanos en estado de impotencia incontrolable, liberado de la prisión por un juez tan homicida como la horda asesina.  La justicia por mano propia tiene todo un historial en esta provincia en la que hace rato se ha perdido el rumbo de lo institucional, donde las leyes funcionan a beneplácito de los jueces corruptos. Todos conocimos las anécdotas del Malevo Ferreira, mítico personaje tucumano, vitoreado por muchos y eludido por otros tantos. ¿No es esta, la del Malevo Ferreira, la justicia que aplicaron estos seres vehementes e irreflexivos que ajusticiaron la aberrante muerte de Abigail?  ¿No lo hicieron ante la presunta convicción de la inoperatividad de la justicia?

En  el encuadre   de una  provincia indignada, podemos volver la mirada hacia la educación. Hace más de 27 siglos, Protágoras sentenció: “El hombre es la medida de todas las cosas”; de esta forma, dejó el camino abierto al relativismo que es el terreno fértil sobre el que se  asienta la “justicia por mano propia”. Porque el relativismo descansa en la posibilidad de que cada uno sea dueño de su propia verdad y, por lo tanto, cada uno invente una forma de hacer justicia. Esta posibilidad abre el camino a la anarquía porque nos instala ante el abismo de la anomia, de un estado inconstitucional donde cada ciudadano invente una manera conveniente de movilizarse en el todo social. Si cada uno toma la justicia como una cuestión personal, sintiendo que representa al bien y a la verdad, todos estamos en peligro. Más aún, la horda asesina , en este caso, maneja la hipótesis _ casi segura_ de que este joven de 25 años es  el que mata a la pequeña Abigail; hipótesis que seguramente se verificará, pero la posibilidad del error instala el riesgo: cualquiera puede ser ajusticiado y cada uno de nosotros, culpables e inocentes, estamos desamparados.

Es importante reivindicar entonces el valor que posee la educación en el sentido de proporcionar un sentido de lo bueno y lo malo, de lo que pasa por referente en una sociedad antes de que transitemos un devenir anárquico tamizado por violencia, salpicado de contradicciones y de discursos confortativos. La educación logrará un camino de constitucionalidad donde se pueda prescindir de funcionarios corruptos a través de elecciones transparentes, donde se deroguen fueros a quienes merecen cárceles; la educación logrará un camino de retorno desde el abismo de la droga y la inmoralidad.  Como lo ha expresado, en un discurso premonitorio, el gran Sarmiento: “Se debe educar al soberano; si no se lo hace por convicción, debe hacérselo por temor”. He aquí el resultado del fracaso educativo, un pueblo desquiciado, un gobierno que mantiene cadenas de ignorancia para beneficio de su acrecentamiento patrimonial y su monarquía vitalicia disfrazada de democracia.

Una sociedad incivilizada en todas sus dimensiones que ahora se nos vuelve sobre las espaldas para aprisionarnos.  Porque la educación que falta es la responsable de calles llenas de jóvenes que delinquen y se drogan, elecciones fraudulentas donde siempre ganan los mismos y perpetúan condiciones de indignante inmoralidad, funcionarios que ejercen sus funciones manejados como marionetas por poderes económicos. La educación que falta es el correlato de la inmoralidad que sobra.

Volviendo al tema de  la  “justicia por mano propia”, ésta  fue perfectamente relatada en la extraordinaria película “El secreto de sus ojos”. Quienes la vieron recordarán  el triste episodio protagonizado por Pablo Rago, en el que el esposo de la víctima, violada y asesinada, espera en vano la llegada de un tren que traería al delincuente, habiendo estudiado todos los horarios de salida y llegada de las supuestas combinaciones que el asesino podría hacer. Se devela luego que nunca había usado el tren, pero la escena nos deja el relato de la impotencia de las víctimas ante el ineficaz y corrupto proceder de una justicia comprada, vendida, negociada y basureada por los que debieran ser referentes del derecho y la moral de una comunidad. También en “Relatos Salvajes”, otra  gran película argentina, una cocinera pone fin a la vida  de un corrupto depravado que en la mesa del bar, mientras espera la cena, realiza un bosquejo con el perfil de su imagen para su campaña a intendente; su hipótesis es que seguro ganará y acrecentará su potencial delincuencia desde un lugar de poder. Más claro y más lúcido, imposible de pensar.

En tanto la sociedad sufre la escandalosa traición de los funcionarios de turno, muchos se preguntarán si esta justicia por mano propia, en el caso Abigail, que se desprende de un estado de anarquía, es válida;  otros sentirán que la deuda está saldada. Lo cierto es que hay una nueva mártir, un asesino que fue liberado y un juez que no podrá ser procesado porque goza de fueros. Tucumán, la Cuna de la Independencia, es hoy la cuna de la corrupción, de la inconstitucionalidad y de una falta de educación que nos deja impotentes. Porque ni siquiera podemos visualizar una utopía _ esa que fue tan bien descripta por el gran Eduardo Galeano_,  un horizonte donde, como pueblo civilizado, nos acerquemos a elecciones: sabemos que la ignorancia sistemática ganará una vez más la batalla. Porque la destrucción de la educación es parte del plan para perpetuar la anarquía, la corrupción y la desidia.

Licenciada Graciela Jatib                                                       

 Octubre 2020

Ventana del Norte