Conoce el invento de un inmigrante italiano que su bisnieto potenció

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Un día llegó el bisnieto con su “¿Y si.?”. Mediante calculadas innovaciones, le dio movimiento al sólido imperio que había instaurado don Augusto Prot en 1950 y que su hija María Pía (88) continuó hasta que, hace cinco años Jonathan Romero (33) irrumpió en la escena con la potencia e irreverencia de su juventud: ¿Y si nos mudamos? ¿Y si invertimos en tecnología? ¿Y si le damos un toque distinto a la apariencia? ¿Y si aumentamos en escala? ¿Y si ponemos un local? ¿Y si hacemos crecer Pastalinda?

Tiene 33 años y desde hace cinco, Jonathan Romero revoluciona la tradicional empresa de su familia
Tiene 33 años y desde hace cinco, Jonathan Romero revoluciona la tradicional empresa de su familia Fuente: Brando – Crédito: Ignacio Sánchez

Aunque nunca antes había sido necesario, lo hicieron. Los cambios funcionaron sin alterar el pulso del corazón tradicional de Pastalinda, la firma que produce las máquinas con las que en los últimos 70 años se han elaborado pastas artesanales en las cocinas de las casas argentinas.

Durante la cuarentena por la pandemia del covid-19, la demanda de pastalinda se triplicó y se amplió el horizonte de exportación.

Como broche final del proceso de transformación que se puso en marcha en 2015, durante la cuarentena por la pandemia del covid-19, la demanda se triplicó y se amplió el horizonte de exportación: se sumó Canadá a la lista de Perú, Uruguay, Paraguay y Chile, y pronto a Brasil y Estados Unidos.

Todo empezó con el visionario invento de un inmigrante allá a mediados del siglo pasado. Augusto Prot fue uno de los muchísimos italianos que se asentaron en la Argentina tras la Segunda Guerra Mundial. Solo que él, a diferencia de tantos, no vino con una mano atrás y otra adelante: procedente de una familia de alta alcurnia de Turín, trajo la fortuna que ya manejaba en Milán, donde comandaba una planta de máquinas lavadoras y embotelladoras.

US$6 millones invirtieron entre 2015 y 2019 para modernizar la fábrica

Vino al sur del mapa con sus máquinas y esa mentalidad ingenieril que desarrolló cuando no le quedó alternativa. Porque él, en realidad, había querido ser artista. Niño huérfano, heredero de padres marqueses, se educó pupilo en una escuela donde, además de enseñarle oficios, lo convirtieron en un gran tenor. Hasta llegó a cantar en la Scala de Milán. Si bien sentía una gran vocación y tenía talento, cuando pudo sumarse a grandes compañías, no tranzó con el requisito excluyente: debía afiliarse al partido fascista para subirse al escenario. Así que, en silencio, terminó dedicando su vida a ser mecánico y a llevar adelante empresas exitosas.

Desembarcó en el puerto de Buenos Aires en 1947 y adquirió un predio en General Las Heras; varios meses después llegaron Luisa, su mujer, y sus hijos Pietro, Adele y María Pía. También fueron llegando los generadores de energía eléctrica junto con las pulverizadoras y regadoras agrícolas con las que fundaría la primera industria de esa localidad.

El artefacto que dibujó, hizo en madera limada como prototipo y patentó en 1950 Augusto Prot era prácticamente igual al que hoy conocemos.
El artefacto que dibujó, hizo en madera limada como prototipo y patentó en 1950 Augusto Prot era prácticamente igual al que hoy conocemos. Fuente: Brando

Sumiso ante la pulsión de su espíritu creativo, Augusto diseñó una máquina para hacer pastas como a él le gustaba, y en el país no existía. Construyó un aparato efectivo y tan bello era que una de sus hijas, la adolescente María Pía, dijo que parecía una “pasta linda”. Así bautizó la marca familiar que ella misma -cuando creciera y se casara con Rodolfo Grillitsch (95), un operario empleado de su padre- llevaría adelante durante toda su vida.

La Pastalinda es una máquina con estructura de acero inoxidable que está compuesta por un engranaje de cuatro rodillos de 20 cm de ancho, perfectamente torneados y alineados: dos de ellos son lisos, para estirar y sobar la masa, mientras que los otros dos son de corte, para hacer fideos, tallarines o cintas, según el ancho que se elija. Se opera mediante una manivela y tiene una perilla de graduación con nueve niveles para regular el espesor de la masa.

$16.500 es el precio de la Pastalinda

La morfología de sus curvas permaneció inalterada durante las décadas. El artefacto que dibujó, hizo en madera limada como prototipo y patentó en 1950 Augusto Prot era prácticamente igual al que hoy conocemos.

Jonathan Romero hizo crecer la escala del negocio que ya era un éxito
Jonathan Romero hizo crecer la escala del negocio que ya era un éxito Fuente: Brando – Crédito: Ignacio Sánchez

A Prot le alcanzaron los ocho años de vida que le quedaban para ver triunfar su creación. Pastalinda fue un éxito inmediato. Los herederos que continuaron el negocio familiar durante más de medio siglo fueron María Pía Prot y Rodolfo Grillitsch. “Ellos no tienen descendencia directa. Ni mis padres, ni mis tíos, ni mis primos se interesaron por trabajar en la empresa”, explica Jonathan, que es quien finalmente recogió el guante.

Ya se veía venir. Los domingos de su infancia, después del asado en General Las Heras, siempre pedía ir a la fábrica. “Alucinaba con esas máquinas gigantes que a su vez hacían máquinas”, cuenta. Todas las disciplinas de la industria metalúrgica confluían ahí: fundición, tornería, matricería, cromado, estampado, corte de chapa, pintura, montaje.

70 empleados trabajan en la empresa

Cuando Jonathan empezó a estudiar Administración de Empresas, visitó cada vez con mayor frecuencia la fábrica. “Máquina por máquina, les pedía a los trabajadores que me explicaran el proceso”, recuerda. Cuando salía de ahí e iba a la Facultad, le resultaba evidente que se trataba de un caso de estudio excepcional. “Estábamos haciendo, en el año 2000, una máquina a manija que competía con electrodomésticos de tecnología de punta. Y se sostenía un amplio margen de demanda”, señala.

El ya muy anciano Rodolfo seguía levantándose a las cinco de la mañana para ir a la fábrica. Él y María Pía y Rodolfo estaban satisfechos, no aspiraban a conseguir más. Pero Pastalinda era como el hijo que nunca tuvieron “y uno a sus hijos siempre los quiere ver crecer”, justifica Jonathan. Así que, confiados y ya algo cansados, le dieron crédito a ese sobrino nieto veinteañero.

El secador de fideos recién cortados es otro producto estrella de Pastalinda.
El secador de fideos recién cortados es otro producto estrella de Pastalinda. Fuente: Brando

Para aumentar la producción era imprescindible montar una factoría más grande y moderna. Se mudaron tres veces en dos años hasta encontrar, en 2017, el espacio indicado en La Paternal.

Invirtieron US$6 millones para pasar de producir 4000 unidades al mes a 7000. Y la demanda seguía creciendo. Especialmente cuando les incorporaron color a los laterales de la Pastalinda -tal como había tenido al comienzo, antes de ser completamente cromada-. Fue un boom.

La fábrica está en Paternal
La fábrica está en Paternal Fuente: Brando – Crédito: Ignacio Sánchez

A Jonathan se le antojó abrir un local a la calle, algo que jamás había tenido Pastalinda. Obstinado, cuando necesitó poner una oficina de recepción de maquinas para service -muchas personas prefieren reparar modelos de hace décadas y conservar la tradición familiar antes que comprar uno nuevo-, se despachó con un negocio en una esquina clave de Palermo: Honduras y Uriarte.

2000 puntos de venta hay en la Argentina

Si bien el objetivo inicial no era la venta directa, llegó a formarse una fila de clientes en la calle que iban a ver este objeto de deseo y a comprar. No solo la máquina, sino también el espectro de productos Pastalinda que se ensanchó con nuevos accesorios. La estrella es una especie de tender de mesa para orear los fideos recién cortados. También están la funda y los implementos para hacer pastas rellenas. ¿Lo que se viene? Los bols de una línea completa de bazar de pasta y una máquina con rodillos de 30 cm de ancho, 10 más de lo que miden ahora.

La incorporación del color en los laterales la volvió más parecida al modelo retro de los años 50, antes de ser toda cromada
La incorporación del color en los laterales la volvió más parecida al modelo retro de los años 50, antes de ser toda cromada Fuente: Brando – Crédito: Ignacio Sánchez

“Para mí, es una responsabilidad y un orgullo enorme hacer crecer algo que creó mi bisabuelo”, dice Jonathan sobre esta italianísima marca de industria ciento por ciento nacional y agrega: “Los cambios que hicimos prendieron bien muy rápidamente, pero para mí no fue algo de la noche a la mañana porque dediqué mucho tiempo a involucrarme para hacer los movimientos con precisión”. Con la exactitud de una máquina perfectamente calibrada.

Fuente La Nación