Charles Romuald Gardès; cantante, compositor y actor argentino de origen francés o tal vez uruguayo; según esta segunda hipótesis, habría nacido en 1887 en Tacuarembó. A finales de la década de 1920, la identificación de Gardel con el tango era ya un fenómeno de ámbito universal. Desde entonces nunca ha dejado de reconocerse su papel esencial en el desarrollo y difusión del tango y su condición de mejor intérprete de la historia del género.
En la presente editorial podemos atestiguar que él provenía de Francia porque mostramos cuando ingreso al país acompañado por su madre, Carlos Gardel tuvo esa infancia castigada por la adversidad que parece caracterizar a todo héroe arrabalero y triunfador. Su madre, Bèrthe Gardès, nunca llegó a saber con exactitud quién era el padre de aquel hijo nacido el 11 de diciembre de 1890 en el hospital de La Grave (Toulouse) y bautizado con el nombre de Charles Romualdo.
Más tarde, en los suburbios de la ciudad de Buenos Aires, adonde Bèrthe Gardès huyó en busca de unas migajas de fortuna cuando Gardel aún no había cumplido los tres años, se resignó a ver cómo su vástago o su hijo adoptivo correteaba entre las casuchas de Retiro, Montserrat o Los Corrales, y se buscaba la vida pateando calles destartaladas y sucias, creciendo con resentimiento, congoja e inseguridad.
Se instalaron en una vieja casa de la calle Uruguay 162. Madre e hijo se instalaron en la zona aledaña al Mercado de Abasto, en el barrio porteño de Balvanera luego de que Carlitos terminara sus estudios primarios. Gardel comenzó a cantar aprendiendo de los tenores, incluso llegó a tomar clases de canto con Tita Ruffo. Sus primeras armas como cantante las realizó en los cafetines del Abasto, aproximadamente en 1910.
Charles se convertiría pronto en Carlitos, un muchacho despierto, simpaticón e irascible cuya única ansia consistía en alcanzar el lujo de los ricos y ganar montañas de dinero. Con dieciocho años desempeña toda clase de pequeños trabajos y ya se dejaba oír su aterciopelada voz en esquinas, reuniones familiares y garitos (casa de juegos no autorizadas). Detestaba el trabajo duro, rendía culto al coraje, santificaba la lealtad a los amigos y se esforzaba por imitar a los adinerados adornando con un esmero narcisista y casi femenino.

Por aquel entonces, ese “pensamiento triste que se baila” de incierto origen, llamado tango, comenzaba a hacer furor en París. Sus intérpretes más destacados viajaban al continente y regresaban con los bolsillos a rebosar. Carlos, a quien le gustaba el canto casi tanto como la “guita”, cambió la s final de su apellido por una l y prueba fortuna en algunos cafés de los barrios periféricos bonaerenses, en los que se presenta con el sobrenombre de “El Morocho”; ante la sorpresa de propios y extraños, manifiesta una aguda sensibilidad y un temperamento artístico completamente original.
Su interés y sus aptitudes lo inclinan hacia el tango canción o tango con letra, escasamente cultivado hasta ese momento. En efecto, el tango estaba por entonces culminando su proceso evolutivo que lo había llevado de ser una música alegre (en compás de dos por cuatro y de origen posiblemente cubano) que se bailaba de forma un tanto atrevida en las fiestas de las clases populares de Buenos Aires, a convertirse en un lamento cantado, una música nostálgica y desgarrada que los porteños acomodados habían aprendido a admirar y a bailar y que Gardel estaba destinado a dar a conocer en todo el mundo.
Las primeras grabaciones de Carlos Gardel fueron en 1912 para el sello Columbia. Fueron 14 canciones criollas, aunque habría una canción más según el contrato firmado, que si llegó a grabarse, se perdió. La primera actuación fuera de la Argentina del dúo Gardel- Razzano fue en Montevideo, Uruguay, en 1915, en el teatro Royal. En viaje a Brasil para actuar, a bordo del buque “Infanta Isabel”, el dúo Gardel- Razzano fue oído por Enrico Caruso, el famoso tenor, que los colmó de elogios y cantó en su honor varios fragmentos de la ópera “Los Hugonotes”, de Giacomo Meyerbeer.
Cuando en 1915 forma pareja con José Razzano, que era un intérprete de tangos que ya gozaba de alguna fama, ninguno de los dos sospechaban que en pocos años iban a convertirse en ídolos tanto de los entendidos como de un amplio sector de público. Fue a raíz de una apoteótica actuación en el teatro Esmeralda de Buenos Aires, en 1917, cuando el personal estilo de interpretar el tango de Carlos Gardel caló hondo en el público porteño y dio al dúo Gardel-Razzano una fulminante celebridad.

En ese año, el dúo se incorpora a la compañía teatral de Elías Alippi para actuar en un cuadro de la pieza “Juan Moreira”. El 11 de diciembre, para celebrar el cumpleaños de Gardel, la compañía va al Palais de Glace y Alippi tiene una discusión que termina en pelea. Alguien le dispara, pero Gardel se interpone y recibe el tiro en el pecho. Fue internado en un sanatorio y salvó su vida milagrosamente, aunque la bala, alojada cerca del corazón, no pudo ser extraída y la tuvo hasta su muerte. Se dice que su prontuario policial fue hecho desaparecer gracias a sus contactos
Su discografía más importante la grabó a partir de 1917 en el sello Odeón. En el final de su trunca carrera, grabó para la compañía Víctor.
Filmó la película muda “Flor de durazno”, y las sonoras “Luces de Buenos Aires”, “Espérame”, “La casa es seria” (sólo se conserva el audio), “Melodía de arrabal”, “Cuesta abajo”, “El tango en Broadway”, “Cazadores de estrellas” (pérdida), “El día que me quieras” (que le valió la admiración de Vittorio Gassman por su conmovedora actuación) y “Tango Bar”. Fue protagonista de los primeros videoclips argentinos que según el contrato, serían 15. Siempre se dijo que sólo se filmaron los 10 conocidos. Sin embargo, en los años ’90 apareció un nuevo corto, El quinielero.
Hasta 1925, sus discos se grababan por un sistema acústico. A partir de 1926, comenzaron las grabaciones eléctricas. El 21 de junio de 1927 Carlos Gardel logra la ciudadanía argentina. Le entregan la Libreta de Enrolamiento (antiguo DNI) N° 236.001. Su debut en París, Francia, se produjo el 2 de octubre de 1928, en el teatro Florida. Todavía se vestía de gaucho (cosa que no le gustaba nada a Gardel), aunque su repertorio ya era bien tanguero. El 9 de julio de 1931, por gestiones del embajador argentino en Francia, Tomás Le Bretón, Gardel ofreció un concierto de canto en la célebre Universidad de la Sorbona, en París, en un alto de sus actuaciones en público.
El tándem del dúo se mantendría hasta 1925, año en que Gardel debió partir solo hacia Europa. José Razzano, aquejado de una enfermedad en la garganta, había decidido abandonar el canto. Esta desgracia de su compañero significaría, no obstante, la fama internacional para Gardel. Tres años después de cruzar el Atlántico, escribe a Razzano: “La venta de mis discos en París es fantástica; en tres meses se han vendido setenta mil”. Bing Crosby, Charles Chaplin y Enrico Caruso se deleitan con canciones como “Mi noche triste”, “Volver” o “No habrá más penas ni olvido”.
Si grande había sido el éxito de Gardel en París, no lo fue menos en España. Gardel debutó en solitario en 1925 en el teatro Apolo de Madrid y en el teatro Goya de Barcelona el 5 de noviembre de ese mismo año. Tal fue el recibimiento y cariño que el público le brindó en la capital catalana al “zorzal criollo”, como también se lo llamaba, que hizo de ella su centro de operaciones para sus giras europeas, no obstante sus largas estancias en París. En “Che, papusa, oí” canta Gardel: “Trajeada de bacana, bailás con corte / y por raro esnobismo tomás prissé”, acaso evocando las fiestas al estilo parisino que ofrecía por esa época la aristocracia barcelonesa, con esmoquin, champán francés y cocaína o plis o plissé, como llamaban a esta droga.
Su novia oficial fue Isabel del Valle, y si bien era un gran seductor, no se le conocieron otros romances oficiales. Cuando su madre le preguntó por qué no se casaba, respondió “pudiendo hacer felices a tantas, ¿por qué hacer infeliz a una?”. En 1933, pese a las dificultades técnicas que eso suponía, grabó varios temas “a dúo consigo mismo”, registrando la primera y la segunda voz.
Compuso 92 temas. Fue el cantor que popularizo el primer tango, “Mi noche triste”, que tiene todos los condimentos del género. No es cierto que haya cantado un jingle. El que se le atribuye, fue interpretado por un imitador. Gardel era hincha de Racing Club. Su gran pasión deportiva era el Turf, más que el fútbol. Y tuvo caballos de carrera. Fue un gran amigo del jockey Ireneo Leguisamo, que corría a su caballo Lunático. El letrista al que le grabó más temas fue Alfredo Le Pera, con 29 composiciones
Sus otros compositores favoritos fueron Celedonio Flores, Enrique Cadícamo y Francisco García Jiménez. Es infinita la cantidad de fotografías que se conserva de Carlos Gardel, tanto posadas, como tomadas en distintas situaciones. Por más casual que sea la toma, en ninguna se lo ve desarreglado o despeinado.

No tuvo hijos, aunque a lo largo de estos 86 años después de su muerte han aparecido personas que dijeron ser sus descendientes. Sus grabaciones fueron reeditadas en varias ocasiones, pero sólo en CD se alcanzó a completar la publicación en la colección “Todo Gardel”, que abarca 50 volúmenes. Su casa natal queda en 4, rue Canon d’Arcole, en Toulouse, Francia. En 1908 conoció a José Betinotti y para homenajearlo, le cantó “Pobre mi madre querida”.
A lo largo de su carrera, lo acompañó en guitarra el “negro” José Ricardo, desde 1917. A partir de 1921 se agregó Guillermo Barbieri (abuelo de Carmen). En 1927 grabó un tema con cinco guitarristas, a Ricardo y Barbieri se le sumaron Riverol, Pettorossi y Vivas. En 1928, se sumó José María Aguilar al elenco estable de guitarristas.
En 1934, después de haberse paseado ante las multitudes por ejem de escenarios de Europa y Estados Unidos, Carlos Gardel inició una gira por toda Hispanoamérica provocando el delirio. Los teatros se llenaban de un público rendido al cantante argentino, que lo aclamaba y lo continuaría aclamando hasta después de su muerte.
Gardel fue tan famoso e importante en Francia, que allí firmó películas en castellano y con temas criollos. También en Nueva York filmó películas que hablan de Buenos Aires y por supuesto, en castellano. El último disco que grabó fue el 23 de marzo de 1935 en Nueva York. Se trata de una canción criolla, “Apure delantero buey”, con letra de Alfredo Le Pera y lo acompañó la orquesta de Terig Tucci.
Con la Argentina, España, Francia y buena parte de los Estados Unidos a sus pies, a principios de ese maldito 1935 Carlos Gardel salió de gira por Puerto Rico, Venezuela y Colombia. Como si hubiera tenido un presagio de su final, dijo: “Le tengo desconfianza a estos bichos, haciendo referencia a los aviones. Barquito y trencito me gustan más. Pero, en fin, ¡adelante los que quedan!”, le confió a Celedonio Palacios, su secretario que lo acompañaba en la gira
“Mirá, no sé si será que me estoy poniendo viejo, pero tengo un presentimiento fulero… como si algo raro pudiera pasarnos”, le dijo ya en el fatídico avión a su guitarrista José María Aguilar, quien le respondió que se sacara esas cosas absurdas de la cabeza. Por respuesta, el cantor se puso a tararear por lo bajo “Mi Buenos Aires querido”.
El 24 de junio de 1935, cuando se encontraba en la cúspide de su fama, el cantor murió en un accidente de aviación cuyas causas nunca se han aclarado, al menos no para los millones de apasionados del tango que en todo el mundo entonces lloraron la muerte de su ídolo y aún hoy hablan de él en tiempo presente. Gardel viajaba de Bogotá a Cali en un F-31 de la compañía Saco. Hace escala en Medellín, el avión recorrió la pista para alzar el vuelo, pero apenas había despegado se precipitó a tierra, chocando con otro avión alemán que esperaba en la cabecera de la pista también para despegar.
Un velo de misterio rodeó el suceso. Corrieron rumores acerca de un tiroteo entre Gardel y uno de sus acompañantes, con el piloto del aparato como víctima inocente e involuntario causante de la tragedia. Sin embargo, y según el testimonio de los únicos pasajeros que lograron salvarse de los veintiuno que viajaban en el vuelo, la verdadera causa del accidente parece haber sido el fuerte viento reinante que hizo que el piloto perdiera el control del trimotor en el momento del despegue.
Los fieles amigos que murieron en la misma hoguera fueron Alfredo Le Pera, Guillermo Desiderio Barbieri, Domingo Riverol, José Corpas Moreno, entre otros que siguieron su fatal destino
Del accidente sólo sobrevivieron José María Aguilar (uno de sus guitarristas), el técnico de sonido José Plajas y el ingeniero de la compañía aérea, Grant Flynn. Su cadáver fue reconocido por su perfecta dentadura. Su testamento decía: “No debo suma alguna y perdono todo lo que me deben”. Sus restos fueron velados el 5 de febrero de 1936 en el estadio Luna Park de Buenos Aires, y en un día como hoy en el cementerio de la Chacarita hay una imagen de bronce en tamaño real del Morocho donde se escucha todo el día sus grabaciones, y la gente aún le llora al Zorzal.
Ing. Aldo O. Escobar
