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domingo, diciembre 14, 2025
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UBALDO DE LIO

Si hubo violeros en el tango y de los buenos, ese fue Ubaldo de Lio, que había nacido un 11 de Marzo de 1929, aparte de ser un muy buen compositor para la época del tango,​ su verdadero nombre Uvaldo Aquiles de Lío y utilizó siempre el nombre con que lo conoció medio mundo,  a los 6 años de edad, inició sus estudios de guitarra con Juan Spumer y después con José Canet.

La música estaba en su sangre desde la rama materna: su abuelo calabrés era guitarrista, un amigo de la familia le enseñó los primeros rasguidos a los 4 años. Poco después, aprendió el repertorio de Gardel junto a su madre y así comenzó la carrera este gran guitarrista, que acuño el tango entre sus cuerdas

A los 9 años (en 1938) ingresó al Conservatorio Nacional, del que egresó cuatro años después (en 1942, a los 13 años) con su título de profesor de guitarra. Un año después ya estaba trabajando profesionalmente, tocando para José María de Hoyos y cuando era adolescente hacía folclore nativo colaborando con la Tropilla de Huachi Pampa, y trabajando con el músico mendocino Hilario Cuadros, y con José Luis Padula en radio Prieto.

Entre 1944 y 1946 integró el elenco estable de músicos de radio Belgrano, junto con los guitarristas Vila, Ciacio y Cortese, con ellos acompañó a los cantores Edmundo RiveroAlfredo BermúdezAlberto Serna. ​

Algunos de sus cometarios que solía hacer, “Acompañé casi a todos los grandes y exitosos cantantes, Gardel y Magaldi se me escaparon por un pelito. Acompañé a CorsiniOscar AlonsoSantiago DevinNelly Omar con quien estuve muchos años, podemos nombrar Azucena MaizaniMercedes Simone, siempre por radio. Y desde 1947 a 1955, con otros muchachos, estuve con Hugo del Carril, que ese año ’55 sufrió un infarto en Montevideo y nos volvimos”.​

A los 21 años, Ubaldo de Lío creó su primer quinteto para tocar en el Hot Club de Francia, es decir que en 1950 formó un conjunto de jazz, ahora veamos quienes integraban este conjunto, en el piano estaba Lalo Schiffrin de 20 años, a los ensayos y presentaciones lo traía la madre que me decía: «Cuídemelo, Ubaldo», en violín, Hernán Oliva; en guitarra, Guillermo Barbieri (hermano del actor cómico, Alfredo); un contrabajo, y yo tocando el mandolín. (era tipo Waldir Acevedo, sonaba lindo). Y comenta que “grabamos en la Víctor” y no hubo reediciones, ni las matrices deben haber quedado.

En 1953, con este quinteto tocó junto a Eddie Pequenino en la grabación de discos RCA de canciones brasileñas, donde De Lío tocó el mandolín (es un  instrumento de cuerdas de cuatro órdenes de cuerdas, estas cuerdas  se pulsan con una púa, la caja de resonancia puede ser cóncava o plana, incluso en estos tiempos se la puede apreciar en bandas de rock). De Lío fue más allá. Supo asociar la imaginación melódica y armónica, el gusto por decir una frase y matizarla y acentuarla con exquisita sensibilidad artística.  ​

En la boite Jamaica tocaba el pianista Horacio Salgán con otro grande del tango el bandoneonista Ciriaquito Ortiz y, de madrugada, cuando quedaba poca gente, De Lío se ponía a tocar con Salgán, un poco como en juego. Los dueños, que eran muy tangueros, les propusieron hacer un número dentro del espectáculo: ellos dos solos, haciendo tangos instrumentales, sin el cantante Ciriaco Ortiz, así, en 1957, nació el dúo Salgán – De Lío. Puedo decir que en Jamaica allí había tango y jazz y Astor Piazzolla convocaba a sus escasos feligreses haciendo un tango distinto, revolucionario.

“Nunca pensé que con Salgán íbamos a estar juntos tanto tiempo, y se dio solo, no lo buscó ninguno de los dos. Yo pienso que la vida es un ajedrez, están todas las piezas puestas y me tocaron esas a mí. Entre giras, viajes y actuaciones hemos pasado casi más tiempo juntos que con nuestras respectivas familias. 

Llevamos un ritmo más intenso que un matrimonio, con humor decía pero aclaró que ni siquiera somos novios. Desde que empecé, no pude parar, con Salgán había una época en que trabajábamos todas las noches; incluso había días en que no volvía a dormir a casa. Ni aparecía. 

Un día me agarré el dedo con el baúl del auto, sangraba mucho, pero salí a tocar igual. No podía dejar el lugar con el público adentro, ni a mis compañeros, lo hice por amor a la camiseta, así me manejé siempre, nunca tuve pretensiones de que me descubrieran. Siempre me dije “algún día se darán cuenta de lo que hice y de lo que fui”.

Con Salgán crearon temas como Aquellos tangos camperos o El vals y tú que son piezas de colección. “Tocando”, decía en un reportaje de 2007, “logramos mucho entendimiento y eso nos permite no estar atados, nunca tocamos calcado un tango, siempre lo estábamos recreando, en tantos años nunca hicimos de un tema un molde estático”. Gran conocedor de todos los secretos de la música argentina, a partir de 1955 tocó tanto la guitarra española, como la americana o la amplificada. Fue solista en numerosas ocasiones.

Trabajaron allí tres años, en 1959, ambos formaron el Quinteto Real con Enrique Mario Francini en el violín, Pedro Laurenz en bandoneón y Rafael Ferro en contrabajo, debutaron en radio El Mundo el 1 de septiembre de 1959.

​En octubre debutaron en la confitería Richmond (de la calle Esmeralda), donde permanecieron todo el año 1960 con gran éxito y actuaciones en numerosos locales. Rafael Ferro trabajó dos años con ellos y grabó en el primer disco, después se incorporó el contrabajista Kicho Díaz (que grabó el segundo disco). En 1964, el quinteto viajó a Japón, en la discográfica Columbia de Japón grabaron tres LP, a la vuelta, Kicho Díaz fue reemplazado por el contrabajista Omar Murtagh. ​

“No sé quiénes me influenciaron con el instrumento, con Roberto Grela éramos muy amigos, no obstante, creo que lo que hago es original. Toqué junto con Grela, acompañamos al cantor Néstor Feria. Y mira, allá por 1952, yo formaba parte del espectáculo del Tibidabo y me vino a ver Troilo. 

Necesitaba un guitarrista para El patio de la morocha. Al principio acepté, pero en realidad yo tenía muchos compromisos. ¿Y sabes que hice? Lo llamé a Grela para decirle que se comunicara con Pichuco”. 

Raúl Berón me lo recriminó: «¿Por qué no lo hacés vos, Ubaldo?». No podía, además por esa época Grela tenía poco trabajo. Así nació aquel hermoso cuarteto de Troilo. De todas maneras cuando Troilo arma un nuevo cuarteto allí estoy yo. De todas formas yo seguía con mucho trabajo y hablé con Pichuco para decirle que le iba a mandar a un muchacho que tocaba muy bien, era Aníbal Arias y eso fue muy bueno para los dos.

Actuó con Salgán para la grabación de discos Philips y Caval. Realizó tres giras a Japón con el Quinteto Real. Ofreció recitales en Colombia, en Puerto Rico y en Washington y Nueva York (Estados Unidos). En Buenos Aires actuó en Caño 14, El Viejo Almacén, Malena al Sur, Portal de San Pedro (de la ciudad de Buenos Aires), y en todo el interior de la Argentina, y también en el Teatro Solís de Montevideo. ​

En 1969 interpretó el tango Milonga de Manuel Flores, con música de Aníbal Troilo y letra de Jorge Luis Borges, que se utilizó como banda de sonido de la película argentina Invasión, dirigida por Hugo Santiago con libro de Jorge Luis Borges y Adolfo Bioy Casares, interpretada por Olga Zubarry y Lautaro Murúa. ​

En 1975 y 1976 fue solista en el estreno del Oratorio Carlos Gardel (escrito por Horacio Salgán y Horacio Ferrer), en el teatro Atlantic (de Mar del Plata), que en 1977 se representó también en Montevideo y en Mendoza. ​

Veamos su aspecto usaba unas camisas horribles de colores y se oscurecía el pelo con tintura, pero su guitarra era tan exquisita y melodiosa que te hacía ver todo lindo, para nuestros tiempos podemos decir que no era Pappo, claro, menos Luis Salinas. No era un guitarrista estrella que convocara multitudes. Pero el gran Horacio Salgán lo eligió para uno de los dúos del 2×4 más antológicos. Y no se equivocó.

Su casa que tenía, estaba ubicada en Caballito, a cuadras de Primera Junta, no tenía nada allí que te indicara que vivía un músico, ni diplomas, ni trofeos, el living estaba pelado con la decoración que pondría cualquier mortal que viviera en ella. Aparte no era mucho lo que hablaba Ubaldo.

Él era como su guitarra, justo y necesario, y con Salgán se trataron siempre de usted. Ubaldo tenía la cara tirante hacia abajo como máscara de la tragedia, es por eso que, cuando uno lo veía reír, era tan grato. Como si tuviera que hacer un esfuerzo descomunal para levantar todos esos músculos.

Intervino en la filmación de las películas Detrás de la mentira y Buenos días, Buenos Aires. ​

Grabó varios discos con Ciriaco Ortiz, iIntegró durante años el conjunto de André y el sexteto de Mariano Mores, fue decisiva su participación en la formación del último cuarteto de Aníbal Troilo, con el que, además, grabó su único disco de larga duración con Osvaldo Berlingieri (piano) y Rafael del Bagno (contrabajo). ​

Compuso los valses El vals y tú, y Las muchachas de la plaza Italia, de la zamba Novia gaucha y de un tango de antología: Aquellos tangos camperos (en colaboración con Salgán). Ubaldo de Lío estuvo casado toda la vida con Amelia Daneri, con quien tuvo dos hijos, Gabriel y Valeria de Lío, ​en sus últimos años su esposa tuvo algún tipo de parálisis, se las ingenió para mantener a la familia unida, pese a las eternas madrugadas de bohemia. ​

En 1996 volvió a reunirse con el pianista Horacio Salgán para tocar juntos cada semana durante cinco años en El Club del Vino (Buenos Aires). En 2001 grabó un disco acompañando a su amiga la actriz y cantante Cristina Banegas.​

Verlo tocar con Salgán era único. Después de tantos años juntos desde 1957 estaban con el dúo, ya ni se miraban, no era necesario, Horacio tocaba suelto y romántico, De Lío preciso y ceñido, también fundó el histórico Quinteto Real, pero a mí personalmente me gustaba más en el dúo, estaba como más al desnudo con Salgán, el Quinteto era mucho firulete y bochinche, con Horacio era un mecanismo perfecto y aceitado, diría un mecánico.

Salgán, claro, era el compositor, el talento, el hombre al que todos iban a ver, Ubaldo, a un lado, era, por decirlo así, el acompañante, el Sancho Panza del Quijote, el que marcaba el contrapunto y llenaba los silencios del piano de Horacio, de hecho, en persona parecían un dúo cómico, esas parejas desparejas que jamás imaginarías que se llevaran bien. Salgán, alto y un dandy, la otra cara era De Lío, petiso y barrial, Salgán reacio a dar notas, Ubaldo abierto al que se le acercara.

Era de lo más querible, aún en su silencio De Lío, una vez, se le preguntó por sus discos con Ciriaco Ortiz, ese astro del bandoneón de la talla de Troilo, pero con menos prensa. “Acá tengo un CD. Te lo regalo”, le dijo al periodista. Y le dio uno sin autógrafos ni nada, como quien le entrega algo a un amigo, de igual a igual, sin mayor importancia. 

Aún recuerdo comentó el entrevistador, de dónde sacó aquel disco porque dice mucho de Ubaldo, lo inmenso que era, un músico que tocó con Troilo, con Hugo del Carril, que dio vueltas por el mundo con su guitarra y despertó admiración hasta de Ella Fitzgerald, aquella morena y Stravinsky, bien, ese gordo divino, sacó sus discos de una bolsita del super, la verdad que por esa humildad queda esa pregunta pendiente ¿No es acaso para hacerle un monumento?

El 25 de mayo de 2010 en el marco de los festejos por el bicentenario de la nación, tras años de retiro, Ubaldo de Lío volvió a encontrarse en un escenario con Horacio Salgán, ante más de un millón de personas reunidas en la avenida Nueve de Julio (y varios millones de telespectadores en directo).

Por ese perfil bajo que nunca abandonó, quizás haya que decir que, fue el que acompañó a cantores como Nelly Omar, Alberto Castillo, Hugo del Carril, Mercedes Simone, Rosita Quiroga, Azucena Maizani, Josephine Baker, el que tocó con Mariano Mores, Aníbal Troilo, Lalo Schifrin, Roberto Grela, Ciriaco Ortiz. 

El que formó, junto a Horacio Salgán, uno de los dúos más extraordinarios de la música argentina, el que fue piedra fundamental del Quinteto Real, el que vivió la época dorada del tango y resistió cuando el tango era mala palabra.

Tocó incluso en el Sexteto de Mariano Mores, y no le alcanzaba el tiempo para acompañar a Troilo antes de que este formara yunta con Roberto Grela, por recomendación del propio De Lío. El bandoneonista Néstor Marconi que estuvo 12 años en el Quinteto Real, aseguró que Salgán y De Lío se complementaban tanto que parecían uno solo. 

Una vez el pianista César Salgán presentó no solo a su padre Horacio el protagonista del gran regreso de la noche sino también a Ubaldo de Lío, el fundador del Quinteto Real y compañero de Salgán en un dúo tanguero histórico durante 45 años. En la contundencia de «Shusheta», de Cobián y Cadícamo, y de «La llamo silbando», de autoría de Salgán, quedó sellado el regreso que entrará en la historia del género. A sus 96 años, el maestro Salgán ha perdido a alguien que lo acompañó durante la mitad de su existencia.

Tenía 83 años cuando falleció, un 24 de abril del 2012, y a pesar de su edad seguía en plena actividad, porteño del tanguero barrio de Boedo y me gustaría  recordando a quién fuera, uno de los mejores guitarristas de la historia del tango.

Ing. Aldo O. Escobar

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