El caso de la niña indigente que estuvo varios días desaparecida, retenida por un hombre en situación de calle, conmovió al país. Los altos niveles de audiencia que tuvo la cobertura en la televisión de su búsqueda lo confirman. Como telón de fondo emergió el drama de los menores en condiciones de vulnerabilidad extrema en Argentina. Un drama que, según un estudio que acaba de conocerse, alcanza a 316 mil menores.
La cantidad de casos surge del periódico relevamiento del Barómetro para la Infancia de la Universidad Católica Argentina. Es un número que impresiona. Pero más todavía si se observa su crecimiento en los últimos años. En 2017 los menores más vulnerables eran el 0,5%; en 2018, el 1,3%; en 2019, el 1,6% y en 2020 (pandemia mediante), el 2,4 % y así entonces llegamos a la cifra de 316 mil.
Es cierto que estos son los casos socialmente extremos. Pero no debe perderse de vista que en la actualidad el 60% de los menores en la Argentina son pobres. Y el 15%, indigentes. Por no mencionar que más del 50% de los adolescentes no terminan la escuela secundaria y el efecto devastador en su proceso educativo y socializador del cierre de los colegios en 2020 por la cuarentena.
Claro que el drama de los menores vulnerables se expresa de muy diversas maneras: adicciones, delincuencia, prostitución –a partir de los que lucran con esta situación–, pero también desnutrición severa que, como en el caso de Salta, lleva a la muerte a muchos de ellos, sustracción de bebés a una étnica como sucede en Formosa. O, en fin, hacinamiento y abuso.
Una de las primeras preguntas es qué hace el Estado ante estas situaciones. A nivel nacional existe la secretaría del Menor en el ámbito del ministerio de Desarrollo Social y la Defensoría del Menor, pero no se les conoce una actuación descollante. Ante la reciente desaparición de la niña la Defensoría se limitó a poner un comunicado en su página web.
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Para colmo, los principales funcionarios que debían ocuparse de la búsqueda de la menor se trenzaron en un enfrentamiento por su actuación en el caso que llegó a ir más allá de lo verbal para pasar a la violencia de hecho. Además de constituir un escándalo político de proporciones, se trató de un comportamiento obsceno frente al drama.
Es cierto que el Estado brinda muchas ayudas económicas y alimentarias, que aumentaron a raíz de la cuarentena. Pero esa ayuda no le llega a toda la población vulnerable. De hecho, los 316 mil menores más vulnerables padecen, según el Barómetro, “inseguridad alimentaria severa y no reciben transferencias de ingresos directas”.
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Afortunadamente, son muchas las comunidades religiosas y las ONGs que se ocupan de la problemática de la niñez. Por dar solo un ejemplo, Cáritas atiende en sus comedores comunitarios a decenas de miles de chicos en todo el país. Una asistencia que se incrementó notablemente en 2020 ante las mayores necesidades.
En el caso de la niña que nos ocupa, es digno de elogio la rápida reacción de los vecinos, que salieron a cortar una autopista para denunciar la desaparición de la chica, atrayendo a los medios e instalando el drama. Además, fue una vecina la que detectó a la chica, dio aviso y abrió paso a un final feliz.
Así las cosas, fue la sociedad la que estuvo a la altura de las circunstancias. Pero no los funcionarios. Esa actitud de la gente de a pie nos lleva a pensar que no todo está perdido en nuestra querida República Argentina.
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Fuente: TN