La Academia Nacional de Medicina de Buenos Aires fijó una posición contundente sobre la transición de género en menores. La prestigiosa entidad emitió una declaración tras su plenario académico del 25 de septiembre. En ella, rechazó de plano las intervenciones médicas y quirúrgicas en niños y adolescentes.
En el comunicado oficial, la entidad indicó que “no avala ningún tratamiento” de este tipo. Esto incluye el uso de bloqueadores de la pubertad. También rechaza las terapias hormonales para la masculinización o feminización del cuerpo. Finalmente, desaconseja las intervenciones quirúrgicas que tiendan a modificar el sexo. La postura responde a consultas judiciales que recibió la institución.
Fundamentos científicos y éticos
La Academia fundamentó su postura en principios éticos y científicos. Advirtió sobre las “deletéreas consecuencias” de estos tratamientos. Señaló que muchos efectos sobre la salud física son “irreversibles”. Además, mencionó el “alto porcentaje de posteriores depresiones” en personas que se sometieron a estos procesos. Por estas razones, la Academia “los desaconseja” firmemente.
El pronunciamiento recordó que otros países revisaron estas intervenciones. Sostuvo que países que las promovían, como Finlandia, Suecia, Noruega e Inglaterra, debieron suspenderlas. Lo mismo ocurrió en varios estados de Estados Unidos. La Academia calificó a estos tratamientos como “consecuencias no deseadas de una promesa insustancial”. Afirmó que atentan contra “el sexo real, el biológico”.
El antecedente del Gobierno
La entidad médica no está sola en esta postura. En febrero, el propio Gobierno Nacional ya había limitado la transición de género en menores. El Ejecutivo sustituyó el artículo 11 de la Ley 26.743. Esta ley, promulgada en 2012, permitía a menores de 18 años realizar estos tratamientos. La nueva norma dispuso que sólo podrán realizarse en mayores de esa edad.
La Academia enfatizó la importancia de un enfoque integral para la disforia de género. Recomendó un “acompañamiento estrecho de los servicios de salud mental” para los niños y sus familias. “No es recomendable ni saludable frenar el desarrollo de un niño en su transición a la edad adulta”, concluyó la declaración.


