El Té de ruda en el Día de la Pachamama es una de las tradiciones más arraigadas en la cultura popular de América Latina, especialmente en el norte argentino. Cada 1 de agosto, miles de personas beben esta infusión como ritual de agradecimiento y protección, en sintonía con las creencias ancestrales sobre la relación entre la salud, la tierra y la energía espiritual.
La práctica, que se remonta a los pueblos originarios, asocia a la ruda con propiedades mágicas y curativas. En la cosmovisión guaraní, esta planta ayuda a ahuyentar la envidia, la mala suerte y los males del invierno. También se la considera útil para tratar dolencias digestivas, inflamaciones, picaduras de insectos y calmar el estrés.
Según el Ministerio de Cultura de la Nación, el té de ruda nació como respuesta a las duras condiciones climáticas del mes de agosto, cuando las bajas temperaturas y las lluvias causaban enfermedades y muertes en comunidades rurales. Al mezclarla con caña de azúcar o aguardiente, se potenciaban sus efectos protectores.
Para prepararlo, se necesita una cucharada de hojas de ruda (frescas o secas) y una taza de agua hirviendo. Se deja reposar entre 5 y 7 minutos, se cuela y puede endulzarse con miel o azúcar. Se recomienda tomarlo en ayunas durante la mañana del 1 de agosto.
Más allá de sus efectos fisiológicos, el ritual conserva un fuerte valor simbólico. En cada sorbo hay una forma de conexión con la Pachamama, de memoria cultural y resistencia de los pueblos originarios. En un contexto de creciente interés por lo natural, la costumbre se revitaliza cada año.