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sábado, junio 7, 2025
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La natalidad cae un 40% en Tucumán y los hogares sin hijos ya son mayoría

La natalidad cae un 40% en Tucumán y los hogares sin hijos ya son mayoría, según datos oficiales. En 2010 se registraron más de 30.000 nacimientos en la provincia; en 2024, apenas 16.933. La tasa de fecundidad bajó tanto que ya se ubica por debajo del nivel de reemplazo poblacional. Esta transformación no solo afecta a la pirámide demográfica: también cambia profundamente la forma en que las personas deciden vivir, en pareja o en soledad.

El fenómeno es nacional, pero en Tucumán se hace visible en múltiples frentes: menos inscripciones en jardines de infantes, más hogares unipersonales y un crecimiento sostenido de familias sin hijos. Según el Observatorio de la Universidad Austral, el 57% de los hogares argentinos hoy no tiene niños. Las causas combinan factores culturales, económicos y sociales. “Hoy no se ve a la maternidad como una obligación, y se priorizan otros proyectos de vida”, resume Fernando Longhi, demógrafo del Conicet y docente de la UNT.

Historias como las de Romina, que nunca sintió el deseo de ser madre, o la de Laura y Federico, que eligieron una vida de pareja sin hijos, reflejan ese cambio de paradigma. Para muchas personas, la autonomía, la estabilidad laboral o la posibilidad de viajar pesan más que la crianza. La postergación de la maternidad, el acceso a métodos anticonceptivos y la legalización del aborto también juegan un papel clave.

Pero no todo es negativo. Menos nacimientos pueden significar más inversión por niño en salud, educación y desarrollo. Según Longhi, este descenso ofrece la oportunidad de rediseñar políticas públicas para cuidar mejor a los extremos de la pirámide: la infancia y la vejez. No obstante, plantea desafíos como el envejecimiento poblacional, la soledad no deseada y la presión sobre los sistemas previsionales.

Además, crecen los hogares unipersonales (que pasaron del 13% en 1991 al 25% en 2022) y los hogares monoparentales, donde el 80% tiene jefatura femenina. Las estructuras familiares se diversifican y exigen nuevas respuestas del Estado. “Hay que pensar políticas que reconozcan las nuevas formas de vivir, criar y envejecer”, advierte el especialista.

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