La aplastante realidad de la pandemia del coronavirus, con sus estrepitosas consecuencias económicas, ha llevado a muchos negocios a cerrar o, en el mejor de los casos, a replantearse su estructura.
Los gobiernos de algunos países de Latinoamérica han empezado a anunciar medidas de auxilio para las pequeñas y medianas empresas (pymes) en medio de cuarentenas y de una paralización de la actividad.
El panorama es desolador: la proyección es que la economía de la región, incluido el Caribe, se contraerá un 5,2%, según estima el Fondo Monetario Internacional (FMI).
“Las pequeñas y medianas empresas que dependen de las ventas diarias y tienen escasas o nulas reservas de liquidez también pueden verse sometidas a un grave estrés financiero y es posible que tengan que despedir trabajadores”, describe un informe publicado el 9 de abril por el Banco Interamericano de Desarrollo (BID).
Pero las pymes pueden ser también “parte de la solución para salvar vidas”, señala en el blog del BID el consultor Nicolás Cañete.
1. Una discoteca (en línea)
El colombiano Sebastián González lleva 10 años “creando experiencias” en el sector del entretenimiento en Bogotá y su empresa es socia de un grupo empresarial que tiene varias discotecas en la ciudad.
Consciente de que la reapertura de discotecas y bares no se vislumbra en el futuro cercano por causa de la pandemia, a González se le ocurrió crear fiestas por Zoom, la herramienta de videoconferencia que ha catapultado su popularidad en los últimos meses.
Cuando empezó, a finales de marzo, eran gratuitas y entraron hasta 500 personas.
En las fiestas más recientes, se cobra una entrada de US$5 o COP10.000 a los hombres y las mujeres entran gratis, una estrategia de mercadeo utilizada comúnmente en las discotecas.
¿Cómo se ha enterado la gente de esta iniciativa? González dice que el boca a boca ha sido clave, pero también han invertido en publicidad a través de Facebook e Instagram.
2. Frutas y verduras en alta demanda
Natalia Peris lleva tres años a cargo, junto a su socia, de una tienda de barrio llamada “La Trocha” en el centro de Bogotá que comercializa principalmente alimentos y envasados orgánicos de pequeños productores y artesanos locales.
Acostumbrada a trabajar en una tienda de atención al público de lunes a sábado, la implementación de la cuarentena le preocupó.
“Decidimos cerrar las puertas y seguir funcionando de puertas para adentro solamente con domicilios y entrega personal a los vecinos que pudieran pasar a recoger la compra”, explica.
La acogida hacia su negocio empezó a incrementarse y llegaron más pedidos.
Las redes sociales, además, han sido sus grandes aliadas ahora. En el pasado “las teníamos muy abandonadas”, dice.
3. Clases online con un campeón olímpico
El karateca y bicampeón mundial venezolano Antonio Díaz empezó el año entrenando para su participación en los Olímpicos de Tokio, la primera edición de los juegos que admite el kárate en su programa.
Mientras que Díaz entrenaba en Hong Kong y España, su dojo o centro de entrenamiento en Caracas, que abrió hace dos años, se mantenía activo y admitía nuevos estudiantes.
Aunque algunos clientes cancelaron sus suscripciones, hubo quienes estuvieron de acuerdo con no pedir reembolso por el mes de abril.
Al percatarse de que la situación no sería tan temporal, Díaz exploró una vía que normalmente había visto con ojos dudosos: dar clases por internet.
“Empecé a hacer Instagram Lives a través de la cuenta del dojo y vi que mucha gente se sumaba, incluso gente de otros países”, dice. Después se pasó a la plataforma Zoom, al igual que los dos instructores de su academia, aunque la transición no ha sido fácil.
4. Mascarillas de cobre
Cuando la chilena Luz Briceño dejó el diseño de modas en años recientes, empezó a investigar cómo podía producir textiles que tuviesen propiedades antibacterianas al estar elaborados con cobre.
Se asoció con una ingeniera comercial, Soledad Silva, y con Rocío Cassis, quien supervisa la producción y tiene experiencia con textiles. Crearon una empresa llamada The Copper Company.
Antes de la llegada del nuevo coronavirus, Briceño cuenta que estaban enfocándose en crear textiles antibacterianos para usar en quirófanos.
Pero con la pandemia, voltearon la atención hacia lo más urgente y empezaron a fabricar mascarillas con telas elaboradas con nanopartículas de cobre, una iniciativa que también otras empresas chilenas que trabajan con cobre han emprendido en el país que más produce este mineral en el mundo.
El virus SARS-CoV-2, que causa la enfermedad de la covid-19, puede mantener su poder infeccioso por horas e incluso días, dependiendo del material en el que se encuentre, según los resultados de la investigación que realizaron el Instituto Nacional de Alergias y Enfermedades Infecciosas (NIAID) de Estados Unidos, los Centros de Control y Prevención de Enfermedades (CDC) de EE.UU., la Universidad de California en Los Ángeles y la Universidad de Princeton.
El virus sobrevivió y conservó su capacidad infecciosa en el cobre por apenas cuatro horas, mientras que en el acero inoxidable y el plástico lo hizo por tres días. Briceño dice que en menos de un mes han vendido 60.000 mascarillas y generan empleo a más 70 personas.
Briceño cuenta que trabajan con virólogos y epidemiólogos para probar la mascarilla con la cepa del nuevo coronavirus.
5. Panes a través de una app
El argentino Antonio Bertasio solía lamentarse por aquella inversión que hizo hace unos cinco años en una app que no resultó tan exitosa para su negocio de fabricación de pan.
Hoy en día, afirma que fue esa herramienta móvil, llamada Quiero Pannet, la que les está salvando el negocio.
“Nos dio una esperanza, un norte, es como que ya teníamos qué hacer”, explica.
Bertasio tuvo que pasar de proveer en Buenos Aires a restaurantes, comedores, supermercados e instituciones públicas, a consumidores particulares.
Lo primero que solicita la app es el código postal del cliente y si está en el radio de operaciones de la empresa, en seguida se les ofrece el catálogo de panadería congelada que luego se despacha directamente a la casa del consumidor, quien finalmente hornea el producto.
Con la experiencia de la dura crisis económica de 2001 en Argentina, Bertasio ya se había reinventado en ese entonces y conocía la incertidumbre.
El golpe de gracia vino cuando un medio local argentino reseñó el negocio de Bertasio y la novedosa forma en que despacha pan.
“No le di la dimensión que tenía”, dice sobre el escrito, que terminó dando su empresa a conocer a muchas más personas.
6. Más trabajo en el laboratorio
Desde Uruguay, el doctor en química Andrés Abin y sus socios en el laboratorio ATGen veían el coronavirus como una especie de ola de tsunami amenazante pero lejana.
Desde su pequeña empresa, “que en términos de Uruguay es pequeña, pequeña”, recalca Abin con humor, analizaban si era viable invertir en metodología e insumos para la prueba diagnóstica del SARS-CoV-2.
“Discutimos que no valía la pena invertir en covid-19, porque habíamos perdido tiempo con SARS y H1N1”, dice a BBC Mundo en referencia a virus respiratorios de años anteriores.
Pero la ola del tsunami se fue acercando y cambiaron de opinión. A principios de marzo, ya contaban con insumos, la metodología necesaria para trabajar y el aval del Ministerio de Salud.
Poco después se detectó el primer caso confirmado de covid-19 en Uruguay, “y ahí estalló la locura”, explica Abin.
El esfuerzo también involucró a más gente: instituciones públicas prestaron equipos, la academia apoyó, se creó una página web, un chatbot y hasta recibieron una donación de un contenedor para montar la primera estación móvil de toma de pruebas en el país.
“En un mes desarrollamos lo que habitualmente haríamos en un año”, añade Abin.
Ahora el laboratorio está desarrollando un examen de sangre de tipo ELISA para detectar la presencia de anticuerpos, una prueba clave para monitorear la prevalencia de contagios.
7. Escudos de protección
La arquitecta venezolana Francis Murillo lleva seis años en el negocio de los cortes láser e impresión 3D con su empresa 2MD Láser y jamás se imaginó que en algún momento serviría al sector médico.
Todo inició con un llamado de la organización Code4Venezuela, explica Murillo, que logró “articular una red de espacios de impresión 3D para imprimir viseras”.
Luego empezó a llegarles un volumen inesperado de donaciones por parte de empresas y particulares de material como acetato y tereftalato de polietileno (PET), que les vino bien para producir rápido.
Durante el primes mes toda la producción fue donada, pero en semanas recientes Murillo ha empezado a recibir solicitudes de presupuesto y se está enfocando en producir inventario para poner en práctica un nuevo esquema de compra-donación: “Consiste en que por cada visera que compras, donas una”.
Fuente: BBC Mundo